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martes, 11 de septiembre de 2012

EL AZAR COMO ASUNTO CINEMATOGRÁFICO EN KIESLOWSKI


Jeroh Juan Montilla


Todo en la realidad es un sin sentido, mejor dicho, ningún paso que intentemos  nos favorece. Esto es lo que podríamos concluir después de ver la película Azar (Pazypadeh) del polaco Krzysztof Kieslowski. Excelente film donde se combinan con maestría, bajo una gran trama estética, el asunto político con el existencial. Una película donde todo lo bueno está tan concentrado que uno se abruma hasta sentir un agradable desconcierto, resulta un tanto increíble ver tanta calidad al mismo tiempo. 

¿En resumidas cuentas que diablos es la política? Un amasijo de solemnes vacuidades y calculadas traiciones. Este padecimiento social, bajo la firme y hábil mano de Kieslowski, resulta el escenario temático perfecto para desarrollar la tesis filosófica del inapelable propósito de los destinos. Por más que se ejercite la variedad dentro de un mismo gesto no podemos escapar del mal gusto de la redundancia existencial. No basta tomar o no tomar el tren, lo que vale es el acento al decidir entre estas alternativas, se puede abrir una puerta de muchas maneras, pero no todas las aperturas dan al mismo pasillo. Sin embargo, el lugar común se impone. Todos los caminos, todos los ríos se precipitan al mismo boquete, por eso la inapelable lógica del final inesperado en esta película de Kieslowski, un desenlace tan obvio, pero tan tramposamente fortuito. Es trazar firmemente la dura metáfora de un sistema, la certeza del símbolo definitivo, ¿acaso no hay dados en la desesperanza colectiva? En verdad preguntar es  intentar el optimismo, caer atrapado en la remota posibilidad de trocar el juego de la muchedumbre a nuestro favor.
 
El guión fue escrito por el mismo Kieslowski. Este polaco nació en 1941 y muere en 1996, todo en una misma ciudad, Varsovia. Vivió poco pero realizó una obra intensa. La crítica recomienda su famoso Decálogo, diez irónicas películas, cada una sobre un mandamiento cristiano. Esta película, Azar, se terminó de realizar en 1982, sin embargo solo pudo estrenarse en 1987, durante cinco años fue prisionera de la censura del régimen socialista polaco. La anécdota individual del personaje  Witek tiene como borroso telón de fondo los alzamientos obreros de comienzos de la década de los ochenta, estos son referidos apenas, el hincapié está en tramar existencialmente la articulación de la rueda del azar sobre subtemas como la creencia en Dios, la relación paternal, el compromiso burocrático, la omnisciencia del Partido, la delación política, el vaivén amoroso, en fin la corrosión subterránea del sistema. La historia de Witek es una sola hasta que en su desesperada carrera por alcanzar el tren se bifurca en tres ramales, son tres crónicas paralelas y a pesar de todo es la misma alma. El espíritu del personaje parece mantenerse incólume a los azares metafísicos, a los juegos dimensionales del destino.

Finalmente es de entender la fuerza creativa de un artista como Kieslowski, el cual jocosamente confesaba que no creía en Dios pero mantenía buenas relaciones con él. La amistad divina debe ser un terrible agobio para un descreido, pero puede, de vez en cuando, ser una buena influencia ante los burocráticos caprichos del sobrehumano azar.  

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