Felipe Hernández G.
Cronista de Valle de la Pascua
El año 1892, los estados Zulia, Falcón, Lara, Los Andes y
Zamora conformaron la llamada Liga de Occidente, para preservar los
intereses de estas entidades federales con independencia del gobierno y de la
denominada Revolución Legalista del general Joaquín Crespo Torres, quien
comandaba las fuerzas que luchaban contra el continuismo del presidente Andueza
Palacio. La Liga
se proponía la defensa de la autonomía de los 20 estados creados por la Federación en 1864. El
movimiento era comandado por el general Eleazar Urdaneta, hijo del prócer
Rafael Urdaneta; las fuerzas del general Urdaneta se desplazaron hasta el
centro del país y el primero de agosto de 1892, dirigieron una proclama a los
venezolanos desde la ciudad de Puerto Cabello para informar a la nación los
objetivos de la Liga.
El Dr. Raimundo Andueza palacios no contó, durante su ejercicio de la
presidencia de la república, con un jefe militar de ascendencia en el ejercicio
que pudiera defender con lealtad su desprestigiado régimen. Su favorito, el
general Sebastián Casañas –que según fue quien lo indujo a quedarse en el
poder-, cuando ya tenía casi asegurado el triunfo sobre Crespo en la batalla de
Jobo Mocho, sin razones valederas se replegó del Apure y se dirigió
apresuradamente al Centro.
El valeroso general Ramón
Guerra, al saber el alzamiento de Crespo se presentó al despacho del presidente
a ofrecerle sus servicios, pero por culpa de un edecán que lo hizo esperar por
largo tiempo sin anunciarle al presidente Andueza su presencia, se disgustó con
este, saliendo de allí a incorporarse a las fuerzas legalistas. Más tarde, los
generales Julio Sarría, ministro de Guerra, Domingo Monagas, jefe del ejército,
y Luciano Mendoza, su voluntario aliado, en lugar de brindarle apoyo para
sostenerlo, lo indujeron a abandonar el país, para evitar conflictos.
Ya encargado interinamente del ejecutivo el Dr. Guillermo Tell Villegas, los
generales Monagas y Mendoza, quienes pudieron liquidar las fuerzas de Crespo en
la Cortada
del Guayabo, dejaron que este se retirara, y ellos muy tranquilos, se volvieron
a la capital. Mucho se rumoró de la conducta de los generales continuistas,
llegándose a decir, que su regreso obedecía a la intención de adueñarse del
poder.
En la aspiración por la presidencia, se movían tanto los
militares como los civiles, y como había empeño en reunir al congreso para
buscar una solución, personeros de ambos factores trataban de insinuarse en el
ánimo de los legisladores. En eso andaban, en aparente preocupación civilista,
los doctores Juan Pablo Rojas Paúl y Laureano Villanueva. Los militares, que
procedían por su cuenta y riesgo sin obedecer a ninguna disciplina, hacían lo
que creían más conveniente y pensaban en los medios más expeditos. La situación
se presentaba muy explosiva y nadie podía predecir lo que podía suceder. Todo
era confusión, intriga y anarquía, cuando se presentó en La Guaira, el general Eleazar
Urdaneta, hablando en nombre de la
Liga de Occidente, pedía la entrega del
gobierno.
Teóricamente la Liga
de Occidente, estaba formada por los estados Falcón, Zulia, Lara, Zamora y Los
Andes, pero era temeraria la representación que se había tomado Urdaneta, pues
nadie se la había otorgado.
No obstante, como el Dr. Guillermo Tell Villegas andaba
ya en ánimo de abandonar el gobierno y alejarse del país -teniendo el problema
de que el general Manuel María Iturbe, consejero de turno, era crespista-,
concibió una maniobra con Urdaneta y le hizo subir a Caracas. Reunió Villegas
el Consejo Federal y propuso la reforma de la numeración de los consejeros,
propugnado otro orden, de manera que quedara Urdaneta como sucesor inmediato y
pudiera asumir el poder.
Sin embargo, los otros
consejeros se negaron a aceptar cualquier reforma, especialmente el general
Luciano Mendoza, quien ya de hecho, por encima de Villegas, ejercía
arbitrariamente la autoridad con acentuadas características dictatoriales. A
Urdaneta no le quedó otra alternativa que volver al puerto de La Guaira, desde donde enfiló
sus barcos con rumbo hacia Occidente.
Para este tiempo ya el general Joaquín Crespo había tomado la ciudad de Puerto
Cabello y se disponía a asaltar el castillo, cuando apareció frente a la rada
el general Urdaneta, dispuesto a auxiliar con su armada a los que estaban en la
fortaleza. Ordenó Crespo responder al ataque de los buques con los fuegos de
las baterías del Fortín Solano, logrando rechazarlo exitosamente. Más, Urdaneta
rescató las tropas que habían hecho la defensa del Castillo Libertador, aun
cuando dejó en la playa algunos heridos y enfermos, armas y municiones que no
pudo recoger.
De Puerto Cabello el general Urdaneta se dirigió a La Vela de Coro, donde se unió a
las fuerzas comandadas por el general Diego Colina.
Informa el general Joaquín Crespo, que “Resonaban aun
en sus oídos, los vítores del triunfo alcanzado, cuando nos llega la noticia de
la batalla dada en La Vela
de Coro por uno de los más gallardos veteranos de Venezuela, el general León
Colina; batalla en que, después de encarnizado combate, despedazó las fuerzas
del general Diego Colina y las que en su auxilio había levado el general
Eleazar Urdaneta, después de su retirada de Puerto Cabello, quedando así
aniquilada la alevosa farsa que se bautizó con el nombre de Liga de Occidente y
dejándonos dueños del estado Falcón”.
En conclusión, la campaña que pretendía reclamar y
preservar la soberanía y autonomía de
los estados según los preceptos federales establecidos en la constitución
de1864; con independencia del gobierno y de la Revolución Legalista
del general Joaquín Crespo, que comandaba las fuerzas que luchaban contra el
continuismo del presidente Andueza Palacio, tuvo poco o ningún éxito, el
general Urdaneta debió regresar al estado Falcón y sumarse a las tropas del
general Diego Colina, que en La
Vela de Coro combatían contra el general León Colina, jefe
crespista de la región. En esta acción, las tropas del general Urdaneta fueron
derrotadas y la Liga
de Occidente se disolvió luego de una corta existencia.
En sus postulados afirmaban que sus
intereses eran independientes, tanto a los del gobierno como a la oposición
encabezada por Joaquín Crespo.
REFERENCIAS
Y FUENTES
CARRILLO BATALLA,
Tomás. (1999): De Finales del Siglo XIX al Año 1908 (Del Guzmancismo y
Post-Guzmancismo al Castrismo). En: Boletín de la Academia Nacional
de la Historia Nº
327. Julio-Septiembre de 1999.
CONGRESO DE
LA REPÚBLICA.
(1983): El Pensamiento Político de la Restauración Liberal. Colección Pensamiento Político Venezolano del siglo XX. Documentos
para su Estudio. Caracas.
FERRER,
Dilian Coromoto. (2007): La
Participación del Zulia y Los Andes en el Proyecto de
Rehabilitación Autonomista de Ignacio Andrade. En: Ágora -Trujillo. Venezuela.
ISSN 1316-7790- Año 10- Nº 19. Enero-Junio-2007. pp. 133-158.
MAGALLANES, Manuel Vicente. (1983): Los
partidos políticos en la evolución histórica venezolana. Caracas: Ediciones
Centauro.
PICÓN SALAS,
Mariano. (1991): Los Días de Cipriano Castro. Caracas: Monte Ávila
Editores.
PINO
ITURRIETA, Elías y otros. (1991): Cipriano Castro y su época. Caracas,
Monte Ávila Editores.
RANGEL,
Domingo Alberto. (1964): Los Andinos en el Poder. Mérida, Venezuela:
Talleres Gráficos Universitarios.
URDANETA Q.
Arlene. (1992): El Zulia en el Septenio de Guzmán Blanco. Caracas: Fondo
Editorial Tropikos.
VELÁZQUEZ,
Ramón J. (1999): La caída del Liberalismo Amarillo. Tiempo y drama de
Antonio Paredes. Caracas: Fondo Editorial Nacional. José Agustín Catalá,
Editor.
Ponencia leída en: XL Convención
Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela, en honor a Santa Ana de Coro,
ciudad primogénita, en sus 485 años de fundación. Coro, Estado Falcón 23, 24 y
25 de mayo de 2012.