Obituarios de un no-país — video a Alejandro Aguilar

jueves, 29 de mayo de 2008

EL GOBIERNO COMPITE CON EL HUMOR

Efrén Barazarte*

El gobierno es la fiel expresión del serio rictus. Un presidente que dice otrora que se quitaría el nombre si no hay dentro de un año niños en la calle. Por eso es tan difícil escribir su nombre civil y es asunto serio tratar de buscarle calificativos a tantas cosas que ocurren en este gran terreno que se llamó alguna vez Capitanía General y que aún sigue gobernada por el instinto militar del siglo XVI. ¿Quién entiende eso de proponer una revolución pacífica para luego decir que está armada hasta los colmillos y decir en público que no está hablando en metáforas y ni en odas? y que además, lideriza una bonita revolución… Uno ha visto desde ese vil pasado de la hegemonía imperial de AD y COPEY que los candidatos hacían promesas para nunca cumplirlas y si no la manifestaban es por supuesto que no serían candidatos. El acto de prometer en la campaña electoral era lo más sublime y hasta necesario. Así comenzamos a creer los venezolanos que la esperanza es lo último que se pierde. Y tanto es verdad que una vez se le ocurrió a Anibal Nazoa escribir la historia del candidato sincero, que iba a un barrio a hacer campaña y le prometía a la gente, que cuando él gane la presidencia de la república, los pobres iban a ser más pobres aún. La gente se le arrechaba y el candidato salía corriendo con su guardaespaldas. Ah que tiempos aquellos¡ donde la mentira existía en temporada de campaña electoral. Ahora no. Desafortunadamente la cosa es al revés. Un candidato gana las elecciones y una vez que gana, comienza a ser campaña permanente como si fuese un candidato recién salido del partido. Apenas comienza a mandar, y su ejercicio gubernamental es lo contrario de lo prometido. Se inicia entonces las promesas: que si El Milagro Agrícola” que nos hará un autoabastecimiento, que si Latinoamérica se integrará gracias a él, que Venezuela será un potencia mundial y otra cosa: que a los gringos le queda poco como imperio. Pero hay vainas difíciles de comprender dentro del mundo de la cartografía, el presidente refrenda lo dicho por Correa cuando indicó que la frontera con Colombia no se encuentra en los límites fronterizos normales sino con la guerrilla colombiana. Que vaina es esa, si Venezuela tiene esos límites podríamos ser bombardeados por los colombianos y ahora así es que se sube la gata a la batea. Miraflores y toda la Asamblea Nacional se quedarían si laptops y fíjense ¡Adiós crisis! No se hablaría de la inflación ni de la delincuencia ni del volvió volvió volvio de las parotidis que ahora regresó al país, sino de los archivos ocultos y esas cosas que podrán convertir a cualquier venezolano en un William Henry Gates y amigo del imperio. El humor ya no tiene ese brillo del pasado. El mismo gobierno le ofrece todos los días el guión. Ya no hace falta buscar la burla y la parodia porque las mentiras oficialistas se burlan de sí mismas. A pesar que este es el país donde olvidamos cada nueve días cuando se olvida el muerto, hay que recordar lo dicho por la revolución cuando salió del aire RCTV, que venía una televisora de altura, cultural y participativa y claro, con una alta audiencia superior al canal expropiado por el gobierno barinés y la Corte Suprema. No me digas mentiritas, dice una canción pero el asunto sigue. ¿Quién no recuerda la frase “Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario”? ¿Será eso mismo lo dicho por el Comandante cuando hablaba hace añitos con respecto a la FARC?. Ni amigos ni enemigos, para luego pedir un minuto de silencio al camarada Raúl Reyes. Ah, me estoy poniendo serio y eso es una falta de respeto a la seriedad. Sigamos pensando que ser candidato es una enfermedad que le dan a los morrocoyes de Barinas. Démosle duro a la metáfora. Si el morrocoy quiere andar a paso de vencedores y promete ganar la carrera a punta de discursos ilimitados por que así es su naturaleza. Los animales de la selva a la larga se arrechan. Démosle entonces duro a la metáfora. Si el morrocoy mete gato por liebre mientras emprende su carrera y dice que su revolución avanza y continúa con sus promesas en el aire. ¿Qué harán los animales?. La Moraleja póngala usted para no diga que no estamos ejerciendo la verdadera democracia participativa… Ah no olvide votar por mi candidatura. Tengo una lista de cobas que seguro le encantarían…

*Poeta y docente venezolano

miércoles, 28 de mayo de 2008

EL ESPECTRO DE KAFKA

Alberto Hernández*



I
No ha sido difícil tropezarme con Franz Kafka en una de las tantas calles que a diario recorro. Su mano huesuda estrecha la mía. El rostro que precede la primera palabra revela un estado de angustia permanente. No obstante, sacude con cierto vigor el brazo que le extiendo y sonríe con obligada placidez. Una voz dulce pero cavernosa emerge de la mueca que usa como expresión cotidiana.
Luego de este encuentro, lo perdí de vista para siempre. No recuerdo si fue en Praga o en Maracay, pero cierto estoy de haberle hablado, e inclusive de haber preguntado por Milena. Me enteró de la última carta que recibió...con esta información levantó el paraguas y enfiló hacia la plaza. Me pareció advertir la giba del insecto que alguna vez describió en un relato.
-“Un breve encuentro aislado, casi mudo, es en el recuerdo evidentemente inagotable”-, repite el eco que deja a su paso.
La ciudad, Praga o Maracay, agoniza bajo la lluvia. Kafka, una lectura de todo cuanto ocurre en este instante de la tierra, en este horario perverso, a punto de desalojarnos de la realidad.
II
La Pensión Ottoburg en Meran-Untermais sigue siendo testigo de las tantas cartas y escritos que el escarabajo dejaba al abandono cuando no las enviaba a Viena o a París. A pesar de todo, de la muerte siempre en ronda, de la amenaza proveniente de Alemania, Franz –me autorizó a tutearlo- respiraba los aires renovados por la llegada de alguna estación.
-“Aquí vivo bastante bien, el cuerpo humano y mortal casi no podría soportar más atenciones, el balcón de mi cuarto emerge sobre un jardín, rodeado, inundado de ramas floridas (es notable la vegetación de este lugar, con este tiempo se helarían en Praga hasta los charcos, y aquí se abren lentamente las flores ante mi balcón), directamente al sol (o por lo menos al cielo cargado de nubes, ya que hace casi una semana que no se ve el sol)”.
Haberlo dejado ir me sigue preocupando. Su andar nervioso, su manera de alejarse del mundo, cada paso, cada mirada a la inmensa Catedral...todo, me convierte en culpable de su transformación.
Abre la ventana y se funde con la luz opaca del día. Kafka hace esto para alejarse del espejo. Praga o Maracay elaboran un discurso homicida: “no soy el autor del cuento titulado Asesinato, anunciado en un catálogo; es una confusión; pero como dicen que es el mejor, tal vez sea cierto”, le escribió a su editor, Kurt Wolf.
III
Este encuentro, atropellado por el grado de amistad con el escritor checo, pasa inadvertido, una vez que su silencio trasteante lo aleja de mis reflexiones. Kafka siempre fue así con este cronista. Un día llegó a aseverar que se trataba de mi conducta: “Usted, amigo Hernández, suela hacer de la pedantería un lugar donde nadie reposa”. Por supuesto, un ligero disgusto pasó por mi frente, pero de inmediato lo olvidé puesto que se trata de una persona de mis más estrechos afectos.
En carta a Milena y que tuve la suerte de leer antes, escribió: “Los lagartos y los pájaros, desigual conjunción, me visitan; me gustaría tanto que usted pudiera estar aquí, en estos últimos tiempos me habla de la imposibilidad de respirar, la imagen y su sentido real se encuentran en esa expresión muy próximos, tal vez aquí fueran ambos un poco menos oprimentes”.
Más adelante, y no recuerdo si para la misma fecha, Franz afirmó que se trataba de los pulmones. Sabía el de Praga que media Europa estaba afectada de los pulmones. Y no era extraño, aún el romanticismo corría por la sangre y por los cuartuchos de poetas, tan malditos como los que después anidaron en el surrealismo, cuyos exponentes morían de sífilis, de rabia o de política.
IV
Aún sentimos, Kafka y yo, los terribles dolores que ha dejado la guerra. No ha extrañado que nuestras muertes, propiciadas por un pelotón de fusilamiento, no tengan ninguna repercusión, pese a las cartas de solidaridad en procura de justicia y el esclarecimiento de un crimen que nunca apareció en un cuento, el que Franz negó como suyo.
La ciudad nos recibe. Kafka con su acostumbrado paraguas y quien esto escribe asolado por el abandono de las calles, la mendicidad y el crimen a toda hora.
Los que solemos caminar por Praga o Maracay nos topamos con un espectro. Mi muerte no fue comprobada, la de Kafka sí: la enfermedad de Europa. O el suicidio. Total, da lo mismo. Su espectro nos reclama desde el guetto del silencio. Nos incrimina con la sombra de su perfil.

*Escritor, periodista y poeta venezolano.

martes, 27 de mayo de 2008

CECILIO ACOSTA: VENEZOLANO DEL MUNDO

Andrés Scott Peña*


“COMO ARTIFICE DE LA LENGUA, COMO LITERATO Y PUBLICISTA, CECILIO ACOSTA VIVIRA EN LOS LIBROS; POR SUS DOTES DE SENTIMIENTO VIVIRA SIEMPRE (ME ATREVO A ASEGURARLO) EN EL CORAZON DE LOS AMERICANOS” MIGUEL ANTONIO CARO

Seria un exabrupto el creer que en tan cortas líneas se pudiese condensar una obra tan dilecta y trascendental como la heredada de la pluma de un escritor de la talla de Cecilio Acosta. Mas sin embargo, al cumplirse 124 aniversario de su muerte, no puedo dejar de transmitir tan magna obra académica de este venezolano del mundo
Nació este admirado amigo de las letras en San Diego de los Altos una mañana del 01 de febrero de 1818. Fue Jurista Orador y Poeta entre otros muchos roles que le endilgo la vida. Entre sus escritos se hallan estudios sobre Literatura, Historia, Derecho, Sociología, Filología e interesantes ensayos en que analiza certeramente la realidad de la problemática social imperante para la época en nuestro país. Destacamos dentro de sus obras: “COSAS SABIDAS Y COSAS POR SABERSE”.
Se graduó en la Universidad de Caracas de Licenciado en “Derecho Civil”. Asimismo su perfil académico emergió imponente al mundo en el año de 1869 al ser uno de los pocos venezolanos en ser reconocido como Individuo de número por la “Real Academia Española”. Bien lo describe en su obra “APRECIACIÓN LITERARIA DE CECILIO ACOSTA” escrita por “JOSE MARTI” cuando dice:

“Sus manos, hechas á manejar los tiempos, eran capaces de crearlos. Para él el universo fue casa; su patria, aposento; la historia, madre; y los hombres, hermanos; y sus dolores, cosas de familia, que le piden llanto. El lo dio á mares. Todo el que posee en demasía una cualidad extraordinaria, lastíma solo con tenerla á los que no la poseen y se le tiene á mal que amase tanto. En cosas de cariño su culpa era el exceso. Una frase suya da idea de su modo de querer: oprimir a agasajos”

Mantuvo profusa relación epistolar con lo más granado del mundo intelectual de aquel entonces, sin hacer distingos de nobleza, raza o corriente de pensamiento académico. Entre ellas debemos destacar las dirigidas a: Epsilon Kappa, Al Dr. Ricardo Ovidio Limardo, Al Sr. Héctor F. Varela, A Don Aureliano Fernández Guerra, Al Dr. Pablo Acosta, a Don Rufino J. Cuervo, al Sr. Florencio Escardo, a Don José M. Samper y Miguel A. Caro entre muchos otros que supieron granjear la intelectualidad del literato venezolano.
El 04 de febrero de 1855 pronuncia discurso en la asunción de mando del Gral. José Tadeo Monagas, en su segundo periodo, como miembro de la ilustre Universidad de Caracas. En el mismo pronunciaría frases de estoica profundidad como:

“Yo hablo de la situación y no de los hombres; del porvenir y no del pasado, velo: en política quien no olvida, no vence, quien no perdona, no triunfa. Flojos ya y sin fuerza los resortes de los partidos, amellados los filos de los odios, sin crédito los apellidos de bandos, diezmadas las poblaciones por la guerra, cansados los ánimos, yo no veo mas que un pensamiento común: el pensamiento de la paz”

Se le confirió el titulo de “Socio Honorario” de la “ACADEMIA DE BELLAS LETRAS DE CHILE” en el año de 1874; años mas tarde, en 1877, también le conferirían tal honor en la “ACADEMIA COLOMBIANA DE LA LENGUA”, lo cual le honró en sobremanera y le prodigó justo reconocimiento a la investidura egregia de tan noble pensador venezolano. Finalmente en las postrimerías de su vida seria nombrado como: “Oficial” de la “ACADEMIA DE FRANCIA”
Muere Cecilio Acosta en la ciudad de Caracas, capital de Venezuela, un 08 de julio de 1881 a la edad de 63 años. Su deceso ocurrió en la más íngrima soledad, tamaña incoherencia quien a todos alumbró, muere en la oscuridad; quien dio a tantos, fenece cobijado solo por la intemperancia del tiempo. Su cortejo fúnebre transcurrió durante una lluviosa jornada donde solo los más allegados estuvieron. El recorrido fue largo hasta el Cementerio General del Sur. Solo le hablarían su hermano y el Padre José León Aguilar, quien sin tapujos reclamo, voz en cuello, la irracional actitud del gobierno imperante en aquella fatídica hora para las letras venezolanas. Tal atrevimiento seria cobrado por Antonio Leocadio Guzmán con severa prisión y exilio del precitado clérigo.
Pesará sobre las espaldas del Guzmáncismo (Antonio Leocadio Guzmán), por siempre y para siempre, la tamaña estolidez de execrar del quehacer nacional a tan admirado ciudadano ejemplo para la Republica toda. Las últimas palabras de este insigne genio de las letras americanas las diría al Escritor Felipe Tejera, intimo amigo y fiel compañero en las lides literarias, cuando expreso: “LA MUERTE ES UN VIAJE COMO OTRO CUALQUIERA. MUERO CRISTIANO”
Debo cerrar esta breve reflexión con ribetes literarios con palabras del gran escritor Manuel Alfredo Rodríguez, quien con su prolijo verbo y su afán historiográfico supo engrandecer el eximio rol de literato de Cecilio Acosta cuando dice:

“En la Venezuela de nuestros días Cecilio Acosta tiene mucho que hacer y mucho que enseñar. No es posible olvidar o dejar de lado a quien creyó en el trabajo, la utilidad de la enseñanza práctica y la capacidad renovadora de la juventud. No podemos ni debemos prescindir de quien fuera cultor de la belleza, maestro de hablistas y dechado de pulcritud”



*Profesor de Ciencias Económicas - UNERG (Venezuela). www.scott.tuportal.com

domingo, 25 de mayo de 2008

LOVE HISTORY


Daniel R. Scott*


Estuve leyendo hasta pasada la medianoche (hora excelente para estas aficiones) y por segunda vez desde el 2006 la ya no recordada por nadie novela "Love History" de Erich Segal. Tomé el libro de mi biblioteca y, cerrándome en el baño, bajé la tapa de la poceta, convirtiéndola en una cómoda butaca y me senté a leer placidamente una obra que tiene sabor a dulce de leche. Es que en esta casa (insisto) es tan pequeña que si se te ocurre encender una bombilla toda la estancia se ilumina, y la claridad del invento de Edison (¿o de Sir Joseph Wilson Swan?) se desparrama y desborda generosa y sin contemplaciones hasta salirse a raudales por las ventanas y llegar como un afluente de luz hasta las orillas de un malogrado río San Juan que conoció momentos de apacibles glorias en la comúnmente conocida y trillada "San Juan de Ayer". Pero aquí, en este cuchitril o cubículo empotrado entre la sala y la habitación de esta humilde morada donde he vivido al lado de mi esposa y de mis libros tantos momentos agradables, el brillo de una luz neón se mantiene confinado y represado como el agua de una pecera, en un insignificante espacio de aproximadamente dos metros de largo por un metro de ancho, sin expandirse ni derramarse por los demás rincones y espacios de la casa ni molestar el sueño de mi esposa.
Puedo afirmar categóricamente y sin ambages que este lugar destinado a usos no tan nobles ni tan intelectuales es algo así como el claustro o la celda de un monasterio medieval. ¿Quien se atreve a refutármelo? Si la locura poética del Quijote le llevo a armarse caballero en aquella sórdida venta de mala muerte que creyó castillo, dejadme a mí (¡por Dios!) hacer otro tanto en esta mi circunstancia ineludible, que ningún daño hace a nadie.
En mi lujoso sillón de porcelana y plástico, y con la regadera, el lavamanos y el papel higiénico (usado y sin usar) como únicos mobiliarios y adornos, he leído salmos que me elevan al cielo en las alas de serafines, me he deleitado con el Cristo de los evangelios, disfrutado "Amor y de Sombra" de Isabel Allende, me he horrorizado con el "Vuelo de la Reina" de Tomás Eloy Martínez, divertido con "La Loca de la Casa" de Rosa Montero, quedado atónito con la "autopista del sur" de Julio Cortázar y he pasado momentos de solaz leyendo una entrevista realizada a Rowan Atkinson, el comediante británico que caracteriza al inepto y desadaptado "Mr Bean". Creo que cuando me mude de esta casa echaré de menos este estudio, así no haya podido, por mucho que lo intente con mis escasas habilidades técnicas, arreglar ese fulano tubo de media que no se cansa de gotear en el silencio de las madrugadas sus silabas líquidas que traducidas al español estándar parecen decirme la palabra: "dormir"... "dormir"... "dormir"...
Love History es, en definitiva y sin darle más largas al asunto, una obrita bien escrita, fácil de digerir y sin la alcurnia literaria de un García Márquez o un Oscar Wilde. ¡Simple, dulce, amena! Y un poco tonta. Sin embargo posee un valor mucho más profundo de lo que se capta a simple vista; tuvo gran resonancia para los días posteriores a su publicación, en 1970. Su primer tiraje fue de cinco millones de ejemplares y sirvió de guión para un largometraje dirigida por Arthur Hiller y protagonizada por Alí Mc Graw y Ryan O Neal. Su éxito se debe a que su estilo literario, a veces cohesionado y a veces segmentado, retrata esquemáticamente con la brevedad del bosquejo de una homilía, a una sociedad en transición donde la juventud, en nombre de la libertad y del amor o de cualquier otra causa, hollaron todo convencionalismo y se atrevieron darle la espalda al "establishment", cosa impensable para la juventud de las dos décadas anteriores. De los escombros de una época en ocaso se levanta vigorosa y atrevida una nueva generación que se niega ser depositaria de los valores históricos, familiares y religiosos celosamente custodiados por la generación anterior.
Esa tensión, comúnmente llamada "brecha generacional" tiene su más elevada expresión en el emblemático episodio escenificado por el ilustre y alabado Oliver Barret III (el padre) y el rebelde y desencantado Oliver Barret IV (el hijo).
El progenitor, tras una tensa e infructuosa conversación, se opone al matrimonio de su vástago. "Cásate con ella ahora, y ni la hora te daré" amenaza calmoso Oliver Barret III, a lo que el hijo responde con la frase que considero la más relevante de la novela y la que mejor define a los atildados e hipócritas representantes de una sociedad que para los años sesenta se volvió obsoleta y nada funcional: "Papá, el caso es que no sabes, la hora que estamos viviendo". Y ciertamente Oliver Barret III ignoraba que su visión del mundo y de las cosas estaba siendo desplazada por los vientos del cambio y de los nuevos tiempos. Cada época, en cada periodo de tiempo o momento histórico que le toque vivir al hombre, se puede correr el riesgo de ignorar "LA HORA EN QUE SE VIVE" y existir un hijo que intente recordarlo. Y en tal sentido esta obra jamás perderá su vigencia, ya sea que se le siga leyendo o se le olvide.
La escritora Rosa Montero, quien al parecer tuvo la oportunidad de entrevistar a Erich Segal, afirmaba que los libros de éste eran "mediocres y malísimos". Es posible que así sea: nunca he oído hablar de otra famosa obra suya. Pero la prosa de "Love History" es el cumplimiento profético de lo que Bob Dylan modelaba en su lírica titulada "los Tiempos Están Cambiando" y que se traduce en un mal español más o menos así:

"Venid madres y padres
A lo largo y ancho de la tierra
Y no critiquéis
Lo que vosotros no podéis comprender
Vuestros Hijos y vuestras hijas
Están fuera de vuestro control
Vuestro viejo camino se está
Haciendo viejo rápidamente
Por favor, apartaos del nuevo
Si no podéis echar una mano
Porque los tiempos están cambiando"

22 de Febrero de 2008

*Bibliotecario y escritor venezolano.

DOS MIRADAS VENEZOLANAS A LA NUEVA YORK DEL SIGLO XX


Olivia Villoria Quijada*



El lenguaje tiene una multiplicidad de funciones. Según sea el medio a través del cual se exprese y el contexto en el que se produzca, las mismas tendrán mayor o menor efectividad. En relación con sus funciones civilizadoras o nacionalistas o sociológicas, por ejemplo, en la vida civil de Hispanoamérica ha habido una preeminencia moral o ascendencia del ensayo, una fe en los alfabetizados de discurso directo, en comparación con lo que ha ocurrido en la cultura europea, donde las fundaciones han provenido de la literatura de ficción, las novelas y los poemas épicos, de acuerdo con la opinión de Miguel Ángel Campos (2007). Una de las explicaciones para este hecho puede ser su énfasis en la racionalidad: las imágenes del ensayo buscan la racionalización, dice Oscar Rodríguez Ortiz (1998).
Sin embargo, la narrativa es tan potente como el ensayo —o más, si se quiere— para producir cambios en el lector. Al estimular la afectividad (aunque hay obras que implican discursos didácticos, moralizantes, ejemplarizantes, como muchas novelas y cuentos del siglo XIX), al no expresarse directamente, al utilizar ciertos recursos, etc., ella puede penetrar más profundamente en el subconsciente y, por tanto, estimular, crear, reforzar o modificar en el receptor la conciencia de nacionalidad o identidad o civilidad. Atiendo así a la función social de la literatura que atribuye a ésta no sólo el divertimento, lo lúdico (reconozco, por supuesto, que el ensayo es literatura), y me fundamento en las ideas de Francisco Javier Pérez atinentes al discurso de la ilusión. Su cita de La historia continúa de GeorgeDuby resulta clave porque apoya mi creencia: “Por eso es por lo que ahora le presto más atención a las narraciones, por muy fantasmagóricas que sean, que a las referencias objetivas, descarnadas, que se pueden encontrar en los archivos” (s.f.: 82).
Que el ensayo venezolano sea también superior a la escritura europea en esas funciones, como afirma también Campos (2007), me sorprende gratamente. Mi reacción está sin duda condicionada por una formación de pregrado que se nutrió sustancialmente de los hallazgos y de las teorías científicas foráneas, como si nuestras escuelas de psicología no fueran capaces (al menos varios años atrás) de producir conocimiento. Por ello me habitué a esperar el maná del cielo de los otros países y no de los surcos de mi propia tierra. Estrechamente relacionado con este hecho, me descubro partícipe de cierta actitud negativa de los venezolanos que no sólo no privilegia sino que hasta subestima lo nacional.
“Mayo 1940” (en Europa-América, 1947) y “Ciudad de nadie” (en La ciudad de nadie: El otoño en Europa; un turista en el Cercano Oriente, 1960), ensayos de Mariano Picón Salas y de Arturo Úslar Pietri, respectivamente, escritos en 1940 el primero y en 1950 el segundo,responden de cierta manera a las inquietudes que he confesado en las líneas precedentes. Por un lado, esos textos tienen mucho de narratividad, a mi manera de ver. Por otro lado, me resulta llamativo que dos ilustres escritores venezolanos (que además se tenían cierta antipatía, según afirma Rodríguez Ortiz) coincidieran en un interés por la “nuevayorkidad”. (Y no digo americanidad porque esta cualidad se le atribuye a los Estados Unidos como si el resto de nuestros países no fueran también americanos). ¿Responderá ello al espíritu de la época?
Mariano Picón Salas fue un consecuente viajero. Uno de sus destinos fue Santiago de Chile, donde se radicó luego de huir de la dictadura gomecista. En 1939 viajó a los Estados Unidos para asistir a la Feria Mundial de Nueva York. Como funcionario del gobierno, Arturo Úslar Pietri sufrió exilio luego de que Medina Angarita fuera expulsado del poder por un golpe de Estado. Entonces se dirigió a la ciudad de Nueva York donde vivió durante cinco años. Sobre sus vivencias en esa ciudad, a la distancia del país —elegida una, forzada la otra— fue que escribieron los ensayos que hemos seleccionado.
Ya en los años 40 (y hasta los 60) el ensayo venezolano había abandonado su énfasis en la tradición. En su texto Cosmopolitismo y tradición (s.f.) y en sus clases de Ensayo venezolano (2007), Campos nos ha permitido reconocer las marcas del ensayo tradicional. El reducido radio de su alcance, el acentuado provincianismo, el aislamiento del resto de Hispanoamérica, su tendencia positivista, el interés consagrado a lo doméstico, la temática endógena, la exclusiva valoración de la tierra y de la patria chica, serían algunas de sus señas particulares. En fin, la exaltación de lo que se ha dado en llamar el color local, y que a mí me gusta denominar el sabor local o el olor local o el gusto local, hasta la audición local, porque siento que se hace justicia a otras perspectivas de percepción.
El llamado cosmopolitismo, en el cual se insertan “Mayo 1940” y “Ciudad de nadie”, deviene contrario a la tradición. Si lo comparamos con el ensayo tradicional, podemos precisar algunos de sus rasgos: la amplitud de su alcance, el reducido provincianismo, la vinculación con el resto de Hispanoamérica, su tendencia modernista, el poco interés consagrado a lo doméstico, la temática exógena, la limitada valoración de la tierra y de la patria chica, entre otros. En otras palabras, el realce del color y el olor y el sabor y el gusto y la audición universales. ¿Significa esto desatender la reflexión sobre la venezolanidad? No necesariamente, significa redimensionarla y abordarla sobre la base de otros marcos de referencia. Resumo seguidamente el contenido de los ensayos de Picón Salas y de Úslar Pietri antes de dibujar lo que creo puede ser una apreciación de la venezolanidad, con base en las percepciones de una ciudad foránea.
“Mayo 1940” es un texto muy breve donde el autor, empleando un lenguaje lírico, pleno de metáforas y comparaciones, profusión de adjetivos y sugestivas imágenes, se refiere favorablemente a la ciudad de Nueva York y a los Estados Unidos, de una manera que puede resumirse en su frase: “Es el escenario de mayor dimensión, más pululante y audaz que haya conocido el mundo moderno” (Picón Salas, 1947:414). La civilización norteamericana —pacífica, madura, pródiga en bienes materiales, en espectáculos— representa una poética, un estilo de vida yanqui. La fastuosa arquitectura de la ciudad y su idioma ágil y flexible, fueron construidos a la medida de una naturaleza ancha y generosa. Es una ciudad hecha para dominar al mundo, hermosa, actualizada en todas las áreas del quehacer humano. Por ser receptor de múltiples etnias, ese país es como una enorme olla de la humanidad. Abraham Lincoln es el mejor arquitecto moral, distinto a los procónsules romanos que inspiraron a Maquiavelo y a Mussolini. La filosofía de Lincoln es la de la civilización yanqui: el servicio social y la libertad en todos los ámbitos. En cuanto a los ciudadanos o los antihéroes, actúan para la satisfacción de sus necesidades cotidianas y desean tener libertad de conciencia. La democracia es la mejor forma de gobierno a pesar de sus deficiencias y la dictadura es grandemente criticable.
El autor menciona los contrastes entre las dramáticas noticias que llegan de Europa (la Segunda Guerra Mundial) y la discusión intelectual que sostienen los asistentes a la feria. Se pregunta si ello no será una suerte de distracción mientras llegan las fuerzas destructivas de la cultura y se establecen por la fuerza. Por otra parte, los sueños de perfectibilidad y de progreso indefinido del país contrastan con la realidad patética de las noticias sobre la guerra. Como corolario, el deseo de América: paz, comprensión entre los pensadores, diplomacia de los pueblos y no de los políticos, la búsqueda de la felicidad y de la libertad. Finalmente, el autor pasa del abordaje de lo sociológico al planteamiento de asuntos de índole psicológica. Ante tanto progreso, ante tanto dolor por los desafueros del mundo, emerge la angustia existencial por su propio destino personal, la preocupación por la disolución de lo individual en aras de lo colectivo y el deseo de trascendencia que es inherente al ser humano.
“Ciudad de nadie”, obra de más largo aliento que la anterior, comparte con ésta el valor estético, la factura preciosista, en un discurso vibrante, sensible, conmovedor. Al inicio, cuando asistimos a la fundación de la ciudad, nos dice:
El nacimiento de una ciudad universal que a nada se parece, que va a ser independiente de los seres que la pueblan y que va a crear formas de vida que no parecen corresponder a la dimensión ni al ritmo del hombre (Úslar Pietri, 1960:12).
Presenciamos también su crecimiento y los cambios suscitados por efecto de las guerras mundiales: la inmigración, el crecimiento de la población, la irrupción del modernismo, la explosión en el crecimiento de los espectáculos y de los medios de comunicación, el desarrollo de la arquitectura, en fin, la trepidación de la ciudad. En cuanto a los pobladores, se destacan la uniformidad y el parecido que tienen entre sí y la riqueza y el poder material en manos de unos pocos. Se trata de un tipo humano que se parece más al hombre que a la mujer. Son personas extrañas que impresionan por la soledad, pobre y estéril, en que viven y actúan: son enfermos de soledad. Los hombres son ensimismados: “Son los amos de un mundo cuyo botín se resuelve en cifras” (p. 33). No tienen ni el gusto ni el arte de la comida, se alimentan de una forma somera, desabrida y rápida porque el comer no forma parte armoniosa de su existencia. No conocen la sobremesa, apenas acaban de comer se levantan para hacer otras cosas o las hacen mientras comen. Serán gente incompleta, no aclimatada en su tierra, mientras no haya una cocina y un licor propios. En el arte de la publicidad se expresa su sensibilidad, en la que habla una cultura que nace de la confluencia de razas y de pensamiento humano. Vendidos al tiempo, se les genera un ansia de vivir sin sosiego. Ríen fácilmente y con espontaneidad pero no lloran la muerte, es una ciudad sin duelos. Todos están de paso en Nueva York, vienen a buscar y a dejar algo. Todos se van y esperan irse, nadie quiere pertenecer a la ciudad. Es una ciudad de nadie, sin raíz humana ni intimidad.
Para sintetizar, los rasgos de “Mayo 1940” y “Ciudad de nadie” son propios de la etapa del cosmopolitismo en el ensayo, esto es, responden al espíritu de una época que ha agotado lo tradicional. El primero es una suerte de apología sobre Nueva York: cualquier ciudad con la que se le quiera comparar queda muy mal parada. El segundo constituye un tratado de la psicología social de esa ciudad, ultramoderna y deshumanizada, en el que se hace alusión tanto a lo favorable como a lo desfavorable. Excepto dos breves menciones en “Ciudad de nadie” (a la comida y la bebida), no apreciamos nada relativo a lo hispanoamericano y mucho menos a lo venezolano en ninguna de las dos obras. Sin embargo, una como melancolía, una como ironía y cierta crítica feroz, deambulan por los caminos trazados por las palabras —las que se dicen y las que no se dicen— y nos permiten, por contraste, mirar y saborear y oler y escuchar a nuestro país, al menos al país de la década que transcurre entre 1940 y 1950.
Picón Salas parece echar de menos un gobierno democrático, muy distinto a una experiencia venezolana que se traducía en gobiernos militares, individuales y reunidos en juntas (por ejemplo, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita y la Junta Militar de Gobierno), y en golpes de Estado (a Isaías Medina Angarita y a Rómulo Gallegos) que ocurrieron en el país alrededor del contexto de producción de ambos textos. Aun cuando se intentaba edificar una democracia sólida, la inestabilidad política conspiraba contra ello y contra las condiciones propicias para el desarrollo económico y social del país. La deseada libertad sólo parecía un ideal difícil de alcanzar. De manera que la civilización pacífica, madura, pródiga en bienes materiales —que observa Picón Salas en Nueva York y en los Estados Unidos— dista mucho de ser lo que era nuestro país de entonces. Aunque nuestra arquitectura no era fastuosa como la estadounidense, alrededor de los 40 comienzan a aparecer muestras arquitectónicas modernas de alta calidad, como por ejemplo la Ciudad Universitaria de Caracas. En el plano literario y cultural había un desarrollo importante. Sin embargo, no parecíamos una ciudad hecha para dominar al mundo (Nueva York lo era y en ese sentido resultó ser una profecía). En suma, con mucha razón el autor sentía desesperanza, no sólo por él mismo, sino por el destino de Venezuela.
Al igual que en los Estados Unidos, la población venezolana (producto de un fuerte mestizaje entre la población indígena, la afrodescendiente y la española) recibe —a finales de los 40— una importante inmigración de origen español, italiano y portugués, sólo que la misma sí se integra al país, habla su idioma y comparte con él su savia cultural. Pero el venezolano, a diferencia de los habitantes de la potencia del norte, según los presenta Úslar Pietri, no es un ser enfermo de soledad. Muy por el contrario, es un ser gregario y comunicativo, que concede gran valor a la alimentación (tenemos una reconocida gastronomía), que sí disfruta de la sobremesa, que acostumbra cumplir ciertos compromisos sociales en el contexto de un almuerzo de negocios, una cena de navidad, una merienda de cumpleaños. De buen carácter, con gran sentido del humor, ríe fácilmente y con espontaneidad, pero también llora a sus muertos. Caracas, la capital, y las demás ciudades del país, son ciudades de la gente y para la gente, con raíz humana e intimidad, con sentido de pertenencia.
En fin, me he atrevido a esbozar un perfil de la venezolanidad con base en lo que de una ciudad extranjera percibieron Mariano Picón Salas y Arturo Úslar Pietri. La Caracas de esa época y el resto de las ciudades venezolanas están muy lejos de ser la Nueva York de mediados del siglo XX que se presenta ante nuestros sentidos. Nos parecemos en varias de las facetas positivas y carecemos de algunos de sus aspectos negativos, por fortuna, pero no poseemos muchos de sus rasgos positivos, lamentablemente. Finalmente, una pregunta resulta obligatoria: ¿podría decirse lo mismo de la Venezuela actual? ¿O mi apreciación sólo es aplicable a la Venezuela de aquella época? Estas interrogantes merecen una consideración ulterior.

Referencias

Campos, Miguel Ángel (s.f.). Cosmopolitismo y tradición. Trabajo no publicado.— (2007). Ensayo venezolano. Asignatura dictada en la Maestría en Literatura Venezolana. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
Pérez, Francisco Javier (s.f.). Lingüística y nación: lo nacional imaginario en las escrituras no políticas del siglo XIX. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.
Picón Salas, Mariano (1947). “Mayo 1940”. En Europa-América. México D.F.: Ed. Cultura. 413-419.
Rodríguez Ortiz, Oscar (1998). Paisaje del ensayo venezolano. Maracaibo: Ediciones de la Universidad Cecilio Acosta, colección “El nombre secreto”.
Úslar Pietri, Arturo (1960). La ciudad de nadie: El otoño en Europa; un turista en el Cercano Oriente. Buenos Aires: Ed. Losada. 9-68.
*Psicóloga, profesora e investigadora universitaria venezolana (Caracas). Ha publicado artículos científicos en las revistas arbitradas Psicología, y Orientación y Consulta, y en informes de diversos eventos científicos. También ha publicado artículos en la Revista Internacional de Seguros (Caracas) e Insularidades (Nueva Esparta, Venezuela). Mantiene la sección de divulgación científica Temas de Psicología en Tacarigua y la sección Historias Normales en Mureche.net, así como artículos y relatos en Cheguaco.org, cursos en Mailxmail.com y artículos científicos en revistas digitales internacionales. Igualmente, ha publicado textos literarios en Ficción Breve Venezolana, La Piedra del Duende, La Nave Azul y La Mujer Rota. Fue finalista del VII Concurso Internacional de Poesía y Narrativa 2005 y del Concurso No Sólo para Abuelos 2008. Escritora de cuentos, literatura infantil y ensayos que permanecen inéditos.

miércoles, 21 de mayo de 2008

ESCLAVISMO DEL SIGLO XXI


Johan Freites Jiménez *



Hay muchos que piensan que el sistema esclavista fue superado, y que data del siglo VII AC al siglo IX AC en las culturas chinas, hindúes, egipcias, mesopotámica, fenicia, la griega y Romana; y en nuestro continente se da luego del colosal “Descubrimiento de América” (Invasión y saqueo en América), en el siglo XV hasta el siglo XIX. Luego con la salida de los españoles de nuestro territorio por la causa independentista se da fin a este modo de producción esclavista. Pero en este siglo XXI hay un nuevo modelo o forma esclavista, que muchos no ven pero si la padecen, y es esta sociedad de consumo que nos convierte en “Amos y Esclavos” de nuestras vidas, aceptando ser explotados por terceros para lograr satisfacer ciertas necesidades materiales que nos amarran a una cultura impropia, que nos ha llevado a padecer valores contrarios a nuestras raíces históricas y libertadoras, como la de los virtuosos y los nuevos republicanos que soñaba Bolívar para nuestra gran América como lo son la libertad, la fraternidad y la igualdad, valores que caracterizan a una sociedad progresista. Este modelo esclavista ha ganado fuerza gracias a alianzas entre los medios de masas, donde con programas nada educativos afectan la psiquis del pueblo logrando una adicción masificada, y gracias también a los dueños de los medios de producción que con 15 minutos de propaganda que en muchos casos traen contenidos subliminales, causan un efecto involuntario en el espectador hacia el consumo. Cabe preguntarse: ¿Por qué un minuto de publicidad tiene un costo de alrededor de 60 Millones de Bs.??? Y no son solo los medios de comunicación televisivos, sino también los medios impresos (periódicos, semanarios, revistas, folletos, etc...) que nos llenan de ideas alienadas, con estilos de vida importados, donde el que tiene mas, mas valor tiene, donde te miden por lo que vistes, por lo que tienes, por donde vives, por lo que exhibes, en fin somos esclavos de una serie de elementos que se encuentran a nuestro alrededor, y no lo notamos. Vale la pena reflexionar también el caso del “Esclavismo Familiar” donde madres o padres sin ningún tipo de escrúpulos convierten a sus hijo en victimas de la dura realidad de las calles, convierten a sus hijos en objetos de producción con el único fin de satisfacer necesidades que en muchos casos no son necesidades primarias como alcohol, cigarrillos, drogas, etc.…Convierten a estas criaturas en Victimas de un esclavismo familiar que los lleva a perder su infancia entre largas jornadas de trabajo. Largas Jornadas que también muchos de nuestros jóvenes realizan dentro de numerosas cadenas de comida rápida, como Mc donalds, Wendys, Arturos, etc.. Jóvenes que son esclavos de la moda, del teléfono de ultima generación, de las marcas mas cotizadas del mercado y las noches caraqueñas en las mercedes, que en el transcurso de horas dejan lo poco que se ganaron en días, y estas historias se repiten cotidianamente, entonces preguntémonos: ¿El Esclavismo fue superado??? ¿Ya No existen rastros del Esclavismo?Dejaremos de ser esclavos de nosotros mismos y de terceros, cuando entendamos e internalicemos que la sencillez, la humildad y la solidaridad son valores que deben de caracterizar a todo ser humano y que tengamos en cuenta que nuestras manos son las que producen todo lo que se encuentra a nuestro alrededor y tomemos conciencia de que somos la clase que organizándose hará posible la transformación de la sociedad capitalista a la sociedad comunista. ¡PATRIA, SOCIALISMO O MUERTE!Email: johannv09@hotmail.com

LAPTOPS BOLIVARIANAS



Efrén Barazarte*






Alerta. Alerta que camina. La laptops de Raúl Reyes por América Latina. Así se inicia esa canción del vía crucis por el continente y el mundo. Son miles de archivos que recorren la prensa latinoamericana y no puede ser más efectiva esa propaganda revolucionaria. Ya la revolución está en filo de una laptop navaja. Es como un país portátil que delata los nexos del gobierno con la narcoguerrilla terrorista y que crece día a día como una bola de nieve y que el gobierno quiere detener con una palita de piñata. Pero resulta que la INTERPOL (International Criminal Police Organization), es un organismo intergubernamental fundado en 1923 para impulsar la participación y colaboración entre las autoridades policiales del planeta y para desarrollar medios de prevención delictiva, especialmente del narcotráfico, y que, además, es una asociación apolítica que tiene prohibido la participación en actividades de carácter religioso, militar o racial; dicho ente es calificado por el presidente como una especie de agencia de festejos donde por orden del imperio se monta un Show de variedades para sabotear al gobierno bonito. Show bueno era el que montaba Reny Ottolina, ese sí, lleno de variedades y que sólo fue interrumpido por el terremoto del 68. Sin embargo, si hay show de la tristeza cuando el gobierno no controla la delincuencia (que tiene el dominio de ser una de la más violentas de América Latina con un saldo de un venezolano muerto cada 60 minutos); un gobierno sin un Estado que cree cambiar la realidad con su mundo mediático y propagandístico de sus medios de comunicación. Ponga ahora atención que la revolución se pone en aprietos con el mundo corporativo de la computadora. Al comienzo de la revolución este objeto imperial y tecnológico era amigo de las elecciones y del fraude oficialista con el referéndum revocatorio presidencial. Allí se alababa el uso informático y su absoluta confiabilidad. Los datos de las computadoras eran infalibles y como la cuña del limpiador de pocetas, era tan limpiecita como un sol, puedes entrar con confianza… Luego esos equipos informáticos albergaron la lista de Tascón, que muy democráticamente, el presidente le ordenó al entonces presidente del C.N.E, de cuyo nombre es mejor el quijotesco olvido, que le regale en papel de regalo, al ciudadadano Luís T, la lista de los alienígenas escuálidos que votaron contra él.
Resulta que los llamados forenses informáticos de la INTERPOL justifican y comprueban que la policía colombiana no manipuló ni intervino los discos duros de Reyes pero de inmediato el dedo principal apunta y sostiene que este importante organismo, mete coba, y es un payaso- embustero gracioso del imperio. Sin embargo, los archivos recorren tan rápido como la realidad por los países. Actualmente el mundo conoce hasta qué sabor de yogur le gusta a Marulanda y conoce que el campamento de Ecuador-Reyes no era precisamente la sede de la Sociedad Protectora de Animales sino la expresión de un terrorismo que recorre distintos puntos del globo.
Ahora ¿Qué dice el oráculo de delfos? Que el gobierno de Ecuador y Venezuela por más patadas de ahogados que hagan, serán llevados suavemente ante el tribunal permanente de justicia internacional: el mismo tribunal de la Haya, tribunal que será descalificado también. Además, diría el mundo oracular que el jefe de Estado será sancionado por una resolución de la O.N.U. No obstante, como dice la filósofa María: … una cosa es ver al perro de la quinta ladrando dentro de su casa, y en la separación de su portón. Otra vaina es verlo ladrar fuera de su propia vivienda. Allí donde la justicia es otra cosa…
*Docente y poeta venezolano

martes, 20 de mayo de 2008

SIGUIENDO CON EL TEMA SOBRE DIOS Y EL CEREBRO

Oriente y Occidente: dos aproximaciones a la conciencia

Mario Toboso*



La “conciencia cognitiva” (del latín cognoscere = “conocer”) tiene la capacidad de conocer, de correlacionar los hechos observados para sacar conclusiones, y de organizar, en consecuencia, el pensamiento y las acciones de la persona. Su condición básica de funcionamiento remite a la relación entre “sujeto” y “objeto”, que se manifiesta como la base misma de todo nuestro conocimiento. En Occidente esta conciencia cognitiva es el vehículo empleado para la búsqueda y obtención de conocimiento. Pero, desde el punto de vista del pensamiento oriental, este conocimiento se considera una limitación impuesta sobre una naturaleza más profunda de la conciencia; como si los objetos y las representaciones mentales asociadas a la conciencia cognitiva (chitta, en sánscrito) formasen una red cerrada que velara y ocultase la denominada “conciencia pura” (Chit). La intencionalidad de la conciencia cognitiva Funcionando dentro del esquema de la relación sujeto-objetiva, los filósofos señalan que la característica fundamental de la conciencia cognitiva es su intencionalidad, del latín intendere = “tender hacia”, “dirigirse hacia” los objetos, en este caso). Se dice, al respecto, que toda conciencia, o acto de la conciencia cognitiva, es siempre conciencia de “algo” (del objeto, en general), sin que pueda darse dicho acto al margen de ese “algo” hacia el que se dirige. Es importante no confundir la intencionalidad de la conciencia cognitiva con el término homónimo que expresa la determinación de la voluntad en orden a un fin. Para desvelarse como conciencia pura, la conciencia cognitiva tiene que dejar de lado su naturaleza intencional, es decir, debe dejar de estar dirigida hacia los objetos y las representaciones, ya sean internas o externas. Imaginemos como acto de la conciencia intencional una escucha dirigida hacia “algo”. Proponemos esta escucha como analogía de la conciencia cognitiva. En tal caso la conciencia pura sería la propia escucha al margen de ese “algo” (el objeto) escuchado, la cual por ello poseería la capacidad global de escuchar cualquier cosa. En el caso de la escucha dirigida hacia “algo”, la escucha incluso pierde relevancia frente a lo escuchado (el objeto de la escucha). En una escucha no dirigida se recupera su importancia. La escucha sin objeto escuchado sería algo así como un puro escuchar. En su forma intencional la conciencia se dirige hacia los objetos. En su estado puro no remite a la diferenciación sujeto-objetiva, sino que consiste, precisamente, en su supresión, por la que se unifican el sujeto que conoce, el objeto conocido y el proceso del conocimiento. La naturaleza de la conciencia pura El pensamiento oriental mantiene que la conciencia pura sin objeto posee una naturaleza propia que se puede aprehender de forma clara al margen de las representaciones particulares de la conciencia cognitiva, pues éstas son sólo formas de la conciencia intencional sujeto-objetiva, y no pueden existir sin aquélla. La ilustración clásica para comprender esta sutil relación es el ejemplo del oro y las joyas que pueden labrarse con él; ¿podrían existir las joyas en su bella diversidad, si no existiese el oro como su fundamento seguro e invariable? El oro es a las joyas lo que la conciencia pura a las representaciones, y en el Yoga Vasishta se dice: “Quien no entiende de oro, sólo ve el brazalete. No se da cuenta de que únicamente es oro.” El mundo de los objetos posee, así, “otra cara”, que corresponde a su naturaleza esencial, al margen de la actividad representacional de la conciencia cognitiva. Esa “otra cara” es “el rostro originario” de los textos budistas chinos y japoneses, y para los hindúes el Testigo ligado a la conciencia pura sin objeto, que corresponde a la “Realidad” más allá de las representaciones de la conciencia cognitiva. Nada más alejado, por tanto, del mundo de los objetos relativos a esta conciencia, y de la “realidad” que habitualmente se les atribuye. La evidencia de lo Real La agitación permanente de la conciencia cognitiva revela una capacidad inagotable de inquirir y preguntar; cuando esta capacidad se dirige hacia su propio interior y se indaga de manera profunda en la naturaleza y en el origen de la propia conciencia, esta búsqueda tenaz puede conducir a la detención de su propia actividad representacional. Esta es formalmente la vía que los seguidores del Vedânta denominan “jñâna-mârga”, el camino (mârga) que conduce al conocimiento directo (jñâna) de lo Real. En la posición resultante del Testigo, la actividad representacional de la conciencia cognitiva y la representación del ego individual (ahamkâra) se extinguen; la conciencia pura brilla sola sin ser velada por conocimiento alguno de objetos internos ni externos. El acceso a esa posición, por tanto, no se alcanza añadiendo más y más "conocimiento", sino que requiere adoptar un modo alternativo de conocer, un cambio total de enfoque que podemos denotar como la "evidencia" (vidyâ) de lo Real. La transformación de la conciencia A pesar de ser en esencia indescriptible e impensable, todo el mundo puede alcanzar la evidencia de lo Real. Quien realiza el estado de conciencia pura, siquiera por un instante, realiza la verdad suprema contenida en la solemne afirmación de las Upanishads: “Tat tvam asi”, “Eso (el Testigo, la conciencia pura) eres tú”. Es obvio que a nadie le es posible permanecer para siempre en el estado de conciencia pura, que es un estado de conocimiento por evidencia, sin conciencia de lo particular. Quien lo realiza, tarde o temprano “regresa” al mundo habitual de los objetos de la conciencia cognitiva; pero para él este mundo ya no es como lo conocía, pues ve que “Eso” (Tat) que ha realizado irradia en todas las cosas. Lo Real que ha evidenciado en el interior lo ve ahora también en el exterior. De hecho, las palabras “interior” y “exterior” pierden su sentido, ya que el ilusorio poder diferenciador del ego individual que le separaba de las cosas se ha debilitado por completo. Para él todo es Uno. Habiendo transcendido la fase de la diferenciación sujeto-objetiva, se halla establecido ahora en el estado de no diferenciación, en el que se produce la unión del sujeto que conoce y del objeto conocido, que los orientales desde diferentes tradiciones denominan samadhi, turiya, kaivalya, nirvana, satori de otras formas, que sólo son nombres distintos para referirse a la liberación del teatro de sombras ilusorias (objetos, representaciones) de la conciencia cognitiva. Un espejismo compartido Según hemos señalado, la conciencia sujeto-objetiva se dirige hacia los objetos desde la posición del sujeto. Para el Vedânta, tanto esos objetos como el sujeto que les es relativo son ilusorios; no falsos, sino ilusorios, pues son meras representaciones a las que se atribuye una realidad que en un sentido absoluto no poseen. El problema de fondo es si lo Real puede predicarse de lo que existe en el tiempo y que, por ello, no encarna siempre una misma mismidad, o sólo puede predicarse de una entidad totalizadora única, que no está en el tiempo y que, por tanto, es siempre la misma. Este problema se expresa en la doctrina hindú de mâyâ, la cual refleja un punto de vista muy antiguo recogido también en el pensamiento occidental. Instalado en él, Heráclito lamentaba el flujo permanente de las cosas; Platón hablaba de lo que deviene siempre y nunca es; Spinoza, de meros accidentes de la única substancia a la que corresponde el verdadero Ser y la existencia por sí; Kant opuso lo conocido de este modo, como mero fenómeno, al noúmeno. La obra de mâyâ se delata justamente en la forma múltiple, transitoria y cambiante de este mundo sensible en el que estamos: un hechizo provocado, una apariencia inestable, irreal en sí misma y comparable a la ilusión óptica y al sueño, un velo que envuelve la conciencia cognitiva humana en un entramado de objetos y meras representaciones. Liberación y trascendencia del tiempo: la Presencia La creencia de que el paradigma entero de la experiencia humana está enraizado en algún tipo de ilusión desconcertante constituye un hilo común que recorre la geografía y la historia del pensamiento. La liberación, de la que hablan los hindúes, es una liberación de la potencia ilusoria de la conciencia cognitiva que nos induce a ver la realidad alojada en el tiempo. A partir de esta creencia se afirma que el transcurso del tiempo puede ser controlado, e incluso suspendido, junto con la actividad de la conciencia. Para quienes mantienen este punto de vista, la verdadera Realidad transciende el tiempo: los europeos lo denominan eternidad, los hindúes lo refieren como moksha y los budistas como nirvana. La inmersión de la conciencia cognitiva en la conciencia pura, que acompaña la evidencia de lo Real, exige la emancipación de los modos de conocer propios de aquélla, lo que afecta de manera decisiva a la temporalidad. Todas las tradiciones espirituales incorporan planteamientos y métodos para favorecer las ocasiones que permiten al individuo escapar del tiempo y ser Testigo, digámoslo así, de la conciencia pura. Siguiendo, por ejemplo, el camino de la autorrealización, a través de la rama advaita del Vedânta, se aspira a alcanzar una experiencia de la Realidad verdaderamente atemporal, no en el sentido de una duración sin fin, sino como compleción del tiempo en un instante más allá del mismo que no requiere para sí ni un antes ni un después, en relación con un tipo de “despertar” súbito en que se engloba en ese instante todo el devenir pasado y futuro. Si despojamos a la conciencia cognitiva de todo lo relacionado con su proyección hacia el pasado y el futuro, lo que nos queda es una cierta forma de presente. Pero tal “presente” no debe interpretarse como un ahora fugaz (nunc fluens) ubicado en el intersticio entre el pasado y el futuro, sino como una forma de ahora estático (nunc stans) que permanece “siempre presente”, a la que denominamos “Presencia”. La Presencia se aleja por completo, pues, de la forma proyectiva característica de la conciencia cognitiva puesta en juego en la temporalidad habitual del individuo. La extinción del ego individual Aquello que existe por sí mismo cuando se detiene por completo la actividad representacional de la conciencia cognitiva, junto con todas sus formas y procesos mentales, es lo Real evidenciado que, en un sentido no sólo figurado, sino literal, queda por ello más allá de dicha conciencia. Obviamente, esta “evidencia” difiere por completo del “conocimiento” habitual que se adquiere mediante el uso de la conciencia cognitiva, la cual no puede funcionar en aquélla, pues se parte de la premisa de que, lo mismo que el ego individual que la substenta, se halla ausente. Se trata de la misma situación que la de la imaginaria muñeca de sal que se sumergió en el océano para medir su profundidad, pero antes de alcanzar el fondo perdió enteramente su identidad al disolverse en el agua. ¿Qué aporta mejor conocimiento, al respecto, el medir o el disolverse? La dificultad estriba, claro está, en cómo comunicar el resultado de la medición (en caso de que pudiera hacerse) si se ha producido la disolución, pues el centro de referencia de la conciencia cognitiva, el “ego”, ha desaparecido. La detención completa de todos los procesos de esta conciencia cognitiva, incluidos todos los pensamientos, consiste precisamente en fundirlos y disolverlos, como la muñeca de sal, “en el océano” de la conciencia pura. El ego individual que analiza el mundo exterior, lo reduce a partes y lo descompone de acuerdo con las categorías de la conciencia cognitiva, muy poco tiene que ver con el Testigo de la conciencia pura ligada a la Presencia. A propósito de esta cuestión, la Presencia del Testigo puede definirse ciertamente como “la ausencia” de ese ego, y así como es acertado denotar resumidamente la Presencia como “no-tiempo”, el Testigo puede expresarse brevemente como “no-ego”. Oriente y occidente: integrando planteamientos En la transición de la conciencia cognitiva a la conciencia pura se abandona la naturaleza intencional propia de aquélla, lo que se relaciona con la disolución de la dualidad sujeto-objetiva esencial a dicha naturaleza. En este punto el pensamiento oriental aporta un elemento fundamental ignorado por la filosofía occidental: la posibilidad de rebasar el carácter intencional de la conciencia cognitiva, tan bien estudiado en Occidente, con la búsqueda intuitiva de la conciencia pura que, al margen del conocimiento de lo particular, liga y subyace a todos los actos de la conciencia cognitiva. No hay nada más allá de la conciencia pura. Vistos desde ella, tales actos de conciencia y los objetos que les son relativos tienen su origen en la ilusión y sólo aparecen como consecuencia de la ignorancia fundamental (avidyâ) que vela la posición de conocimiento de la conciencia intencional cognitiva. La superación de esta ignorancia otorga únicamente realidad al estado de conciencia pura, más allá del ego individual. Se trata de un estado carente de objetos, de pensamientos y de representaciones, que puede identificarse con lo que los orientales entienden por “samadhi”, e interpretan retóricamente como la unión (yoga) de âtman y Brahman; es decir la unión por identidad entre la naturaleza profunda del individuo y el Ser (Sat) que, una vez detenida la actividad representacional de la conciencia cognitiva, se revela en la conciencia pura (Chit), en la que se alcanza de manera especialmente dichosa (Ananda) la íntima evidencia de lo Real (Sat-Chit-Ananda). Es importante comprender que dicha unión (la “Identidad Suprema” en el lenguaje tradicional) no implica ningún movimiento de la conciencia cognitiva en busca de tal o cual conocimiento que le faltase, sino la simple detención de su actividad representacional y la consiguiente extinción de la representación ilusoria del ego individual que le sirve de base.
Sábado 22 Julio 2006

*Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad de Salamanca y miembro de la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas. Editor del blog Tempus Tendencias21 y miembro del Consejo Editorial de nuestra revista. Este artículo es la primera entrega de una serie de dos sobre el tema de la conciencia. Ver segundo artículo.



¿Está Dios en nuestro cerebro?

Mario Toboso*

En un artículo anterior explicamos que en la transición de la conciencia cognitiva (característica de nuestro “conocimiento” en Occidente) a la conciencia pura (ligada a la “evidencia” de lo Real en Oriente) es abolida la naturaleza intencional propia de aquélla, que deja así de estar dirigida hacia los objetos, lo que se relaciona con la disolución de la dualidad sujeto-objetiva esencial a dicha naturaleza. Desde un punto de vista neurológico, las áreas del cerebro relativas a esa naturaleza intencional se localizan en la corteza prefrontal. Ésta participa en una profusa y compleja comunicación con otras muchas partes del cerebro, lo que sugiere que la función global de la corteza prefrontal podría ser la de integrar sus funciones propias con las de otras áreas corticales y subcorticales de cara a la representación del “objeto” que interviene en la relación sujeto-objetiva. Protagonismo de la corteza prefrontal La corteza prefrontal se conecta mediante fibras proyectivas con estructuras subcorticales (giro cingulado, tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala, etc.) implicadas en la orientación y las emociones. También, por medio de fibras asociativas, se comunica con diferentes áreas corticales relacionadas con los sentidos, el movimiento, el lenguaje y otras funciones cognitivas; a este respecto, resulta particularmente significativo que sólo la corteza prefrontal recibe aferencias de todos los modos sensoriales (incluido el olfato), así como de las áreas de asociación multimodal. Existe asimismo una interconexión abundante entre la corteza prefrontal y las áreas asociativas del lóbulo parietal inferior, implicadas en la formación de conceptos. Todo ello parece indicar que la corteza prefrontal es la región cerebral donde los aspectos abstractos de la percepción sensorial se enlazan en una vivencia unitaria. Finalmente, a través de fibras del cuerpo calloso se comunican las áreas prefrontales de ambos hemisferios cerebrales. La actividad prefrontal y el sentido del “yo” Profundizando en el carácter intencional de la actividad prefrontal, se relacionan con el mismo estos tres aspectos: 1) La anticipación y la selección del objeto en general, la concentración y las operaciones cognitivas realizadas sobre el mismo, así como las acciones motoras que hacia él se dirigen. 2) La inhibición de los detalles irrelevantes (sensoriales, emocionales, etc.) relativos al objeto, y de aquellos que obstaculicen su representación. 3) El establecimiento del punto de vista cognitivo implícito en la dualidad sujeto-objetiva. En lo tocante al punto 3), la dualidad básica entre sujeto y objeto puede llegar a anularse bajo dos condiciones. Por un lado, si la actividad prefrontal cae por debajo de un umbral mínimo, como sucede en el estado de dormir profundo, en el que el registro electroencefalográfico (EEG) dominante de ondas delta de baja frecuencia se asocia a una disminución global del flujo sanguíneo en el cerebro, y especialmente en la corteza prefrontal. Esta disminución global caracteriza también el estado de dormir con sueños, si bien aquí hay una reactivación del área prefrontal ventromedial, ligada al sistema límbico y a las emociones, aunque como en el estado anterior persiste la desactivación del área prefrontal dorsolateral, responsable de la función ejecutiva, la memoria de trabajo, la planificación y el proceso de decisión. La baja actividad del área prefrontal dorsolateral en estos dos estados de conciencia provoca una distorsión profunda del sentido del “yo”, que afecta al punto de vista cognitivo mencionado en el punto 3). Meditando en el laboratorio Por otro lado, también se llega a la anulación de la dualidad sujeto-objetiva si la actividad prefrontal se eleva por encima del umbral propio del estado de vigilia. Este caso se asocia a las experiencias de transición del ámbito de la conciencia cognitiva al de la conciencia pura. Mediante modernos sistemas de análisis de imágenes se pueden identificar en el laboratorio las áreas cerebrales que incrementan o disminuyen su actividad en tales experiencias. En los casos estudiados, el proceso que conduce a las mismas implica el ejercicio de la meditación profunda, basada en el uso de imágenes mentales o de oraciones. Neuroteología A lo largo de los últimos años se vienen realizando numerosas investigaciones neurológicas, en voluntarios de diferentes confesiones religiosas durante sus momentos de meditación, que han revelado cambios en la actividad del cerebro relacionados con la manifestación de un estado de conciencia en el que se describe la extinción del sentido del “yo” individual. Tales estudios se enmarcan dentro de la disciplina neurocientífica denominada neuroteología.
La neuroteología se refiere al estudio de la neurología del sentimiento religioso y la espiritualidad, que implica el incremento y el descenso de la actividad en diversas regiones cerebrales, como ha explicado el neurólogo James Austin en sus libros Zen and the Brain y Zen-Brain Reflections, editados por el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT). La neuroteología es una disciplina popularizada recientemente, en especial a partir de la publicación en 2001 del artículo God and the Brain en Newsweek. Una realidad transcendente Andrew Newberg y Eugene D'Aquili, de la Universidad de Pennsylvania, son dos investigadores mencionados también en ese artículo; han descubierto que en el estado de meditación profunda se desactivan regiones del cerebro reguladoras de la construcción de la propia identidad, lo que permite que el sujeto pierda durante su práctica el sentido del propio yo individual, que establece la frontera entre él mismo y todo lo demás, y se sienta así integrado en una totalidad única transcendente. Las imágenes cerebrales obtenidas por medio de la tomografía computerizada por emisión de un solo fotón (SPECT), sobre voluntarios en meditación, revelan una actividad inusual de la región prefrontal dorsolateral y un decaimiento de la actividad del área de orientación del lóbulo parietal, que procesa la información sobre el espacio y la ubicación del cuerpo en el mismo: determina dónde termina el propio cuerpo y comienza el espacio exterior. Concretamente, el área izquierda de orientación genera la sensación de un cuerpo físicamente delimitado, en tanto que la derecha crea la representación del espacio externo a dicho cuerpo. La actividad del área de orientación requiere el ingreso de datos sensoriales. Si (como ocurre en la meditación profunda) no se da la entrada de tales datos al área izquierda, se limita la capacidad del cerebro para establecer la distinción entre el cuerpo y el espacio exterior. En el caso del área derecha, la ausencia de datos sensoriales provoca una sensación de espacio “oceánico” infinito. A partir de los resultados de estas y otras investigaciones, y de la consideración del relato general de experiencias místicas y trances extáticos, suele afirmarse que el cerebro alberga la capacidad de conectar con una realidad que transciende la de los objetos, tanto físicos como mentales, percibida habitualmente, lo que constituye un fenómeno común descrito en la base de las tradiciones religiosas. Dios en el cerebro: a favor y en contra De manera inevitable, todas las investigaciones que se llevan a cabo dentro del marco de la neuroteología suscitan una fuerte controversia. Para unos, la existencia de una configuración cerebral específica asociada a la espiritualidad y al sentimiento religioso constituye un argumento a favor de la existencia de Dios; como si Dios perfilase en el cerebro la huella de su presencia para favorecer en el ser humano su conocimiento y el impulso de llegar hasta Él. Para otros, dicha configuración confirma que la experiencia mística, reveladora de la existencia de Dios, es sólo un producto más de la actividad cerebral, un patrón neurológico carente de correlato real más allá de esa actividad. Para los primeros, la posibilidad de que el cerebro esté biológicamente preparado para abrir la puerta a la realidad transcendente que conduce a Dios, respaldaría el surgimiento de las creencias religiosas en el desarrollo de la especie humana. Para los segundos, tales creencias habrían sido previstas por la evolución para ayudar a los seres humanos a superar las dificultades de la vida y contribuir así a la supervivencia de la especie. Es interesante notar que donde unos esgrimen el argumento “Dios”, los otros hacen lo propio con la “evolución”, resultando términos casi intercambiables. Un debate problemático El error común a ambos puntos de vista consiste en plantear la cuestión de la existencia de Dios en términos de “objetivación”, pretendiendo que de la actividad del cerebro pueda derivarse la existencia o inexistencia de Dios como un objeto más entre los demás objetos, externos o internos, del mundo habitual. Debatir sobre la existencia de Dios como una objetivación externa, no será más fructífero que hacerlo sobre la existencia “ahí afuera” del color que denominamos “rojo” o del sabor que llamamos “salado”, más allá de la actividad productora del sistema nervioso en general y del cerebro en particular. Trasladar el debate al ámbito de la objetivación interna, considerando a Dios como mero objeto de una creencia, tampoco aportará nada substancial acerca de su inexistencia, pues simples creencias son asimismo lo que entendemos por “libertad” o “justicia”, sin que nadie pueda negar la evidencia de su inmenso poder inspirador y movilizador. El planteamiento deficiente de la disputa entre los dos puntos de vista ya señalados se acrecienta si tenemos en cuenta la presencia de tradiciones religiosas carentes de Dios, como el budismo en sus diferentes variedades y escuelas. A este respecto, es relevante notar que entre los voluntarios participantes en los estudios de Newberg y D'Aquili figuraron monjes budistas tibetanos (además de religiosos franciscanos). En todo caso, si la esencia del debate se limita a girar en torno a si debemos o no debemos “ver” a Dios en la imagen SPECT de la actividad cerebral propia de la meditación profunda, o en los efectos del campo magnético producido por el casco diseñado por el neurocientífico Michael Persinger, o incluso en los que produce la ingesta del hongo psilocybin, sin duda la discusión se enriquecería todavía más si tuviésemos en cuenta que la santa española Teresa de Jesús declaraba “ver” también a Dios “entre los pucheros de la cocina”. La necesidad de un punto de vista amplio Dirimir sobre un asunto de tanta envergadura reclama, sin duda, tomar en consideración todos los ámbitos y disciplinas relacionadas con el mismo. A este respecto, una perspectiva de análisis especialmente interesante, por su amplitud de miras, es la de la investigadora Anne Runehov, de la Universidad de Upsala (Suecia), cuya Tesis doctoral acerca de las explicaciones neurocientíficas de la experiencia mística, ha recibido recientemente el premio de investigación de la Sociedad Europea para el Estudio de la Ciencia y la Teología (ESSSAT). La investigación de Runehov, basada en los estudios de los neuroteólogos Persinger, Newberg y D'Aquili, concluye que la neurociencia por sí sola únicamente puede explicar la experiencia mística hasta cierto punto, y dentro de una metodología restringida, que necesariamente debe estar abierta a estudios provenientes de otras disciplinas, como la sociología, la teología, la filosofía de la religión, la ética y la psicología. En definitiva, se trata de abogar por una perspectiva de análisis coherente, amplia e informada, que por su propia riqueza se mantenga a salvo de caer en fáciles y empobrecedores reduccionismos. Cuando la naturaleza propia del debate anteriormente mencionado se contempla desde la óptica de esta perspectiva multidisciplinar, bien puede decirse que el reduccionismo de corte neurológico no se diferencia en esencia del reduccionismo de corte semántico, y en este sentido Dios estará en nuestro cerebro tanto como en nuestros diccionarios. Sábado 29 Julio 2006

*Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad de Salamanca y miembro de la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas. Editor del blog Tempus de Tendencias21 y miembro del Consejo Editorial de nuestra revista. Este artículo es la segunda entrega de una serie de dos sobre el tema de la conciencia. Ir al artículo anterior.

BÚSQUEDA DE LA AUTENTICIDAD

Daniel R Scott*









No soy afecto a ese vacío de sentido propio de nuestra época pero eso no me llevaría a pregonar en esta tecnocracia de fin de siglo un retorno radical a los modos y costumbres de una Edad Media que no existe. Eso sería absurdo y, más aún, una utopía. Ya no se puede andar por ahí, cual un Grisostomo (ver libro I, Cap. XII del "Quijote" de Cervantes) vestido de pastor enamorado, danzando y componiendo coplas de amor por los valles y las serranías. En los años sesenta, días de contracultura y rebelión, muchos jóvenes, "cansados de la civilización industrial y postcapitalista". ( La Protesta Juvenil, Biblioteca Salvat Grandes Temas, P. 7) se evadieron del sistema, congregandose en comunas con estructuras muy primitivas de organización con la finalidad de encontrar el verdadero centro y la autenticidad de su "yo". Estos esfuerzos según creo fracasaron, al igual que otras alternativas similares.
Es inútil: la sociedad "industrial y postcapitalista" se ha convertido en cuerpo y alma a la filosofía materialista y pragmática de una modernidad que no acepta dentro de sus filas ideales ni utopías permanentes. Cuesta hallarle a la existencia su sabor primitivo y su autenticidad primaria. Por eso proliferan como una invasión de mosquitos todo tipo de cultos y sectas. Cuando tomamos conciencia de que nuestro destino lo moldean los decadentes perímetros de las grandes urbes, algunos nos empeñamos en huir de esa realidad ineludible que no se ajusta ni responde a las necesidades reales del alma. Se requiere de una imginación portentosa para atenuar o nihilizar las imposiciones de la modernidad y poder pavimentar con el brillo del oro y de la perla el camino de nuestra existencia. En mi caso y gracias a los aportes de mi fe cristiana a la vida cotidiana, he sabido espiritualizar y ritualizar sobre los altares laicos de la materia y de la nada, simbolizando todo, como lo hice hara unos seis años atrás.
Sucedio en julio de 1988, en los precipicios de un gran cerro con pretensiones de montaña, a unos cinco kilometros de San Juan de los Morros. Allá abajo, muy abajo, varios amigos y yo dejamos atrás el caserio de los Flores. Un hermano mío le había dado la espalda a la civilización a la manera de las comunas de los años sesenta y decidió colonizar y habitar estos barrancos. Le daba además por atrapar y enjaular serpientes de cascabel y alacranes que luego exhibía con orgullo a los mirones temerosos del caserio. Muchos creían que mi hermano tenía dotes de hechicero para poder tomar en sus manos esos bichos. Le decían "El Brujo". Estaba un poco loco, nada más. Mientras nos mostraba su pequeño reino miró el paisaje imponente que se dominaba desde esa altura y exclamó arrobado: "Aquí uno se siente cerca... ¡de Dios!". Esta declaración y la pausa a mitad de frase fue reveladora y memorable: mi hermano era ateo confeso. Pero la mística línea del horizonte lo obligó a pensar en Dios. No creía en Él pero lo vio. ¡No lo puedes mirar cara a cara pero sabes que de alguna manera que no alcanzas a comprender la Deidad te guiña un ojo desde el horizonte! Sin proponertelo aprendes a creer y venerar lo inescrutable. Ignacio Burk lo explicaría en estos términos: "Es la descripción de un momento de religiosidad autentica, despertado por el misterio panteísta".
Entre grandes rocas y bajo los arcos elevados de los árboles frondosos se encuentra la cabaña que mi hermano levantó con sus propias manos. Paredes de tronco, techo de cinc. Diseñó el piso incrustando y adosando piedras lisas que encontró en los alrededores, lo que le da un aspecto colonial. Llegamos a pasar el día. Nos vamos mañana. En la noche y hasta la madrugada nos reunimos en torno a una luminosa fogata. Se toca una guitarra, alguien canta y luego todos platicamos de aquellas cosas que le son propias a los jóvenes. Nos sentimos en otra época, en lugares remotos, en otra cultura. Nadie quiere saber nada de lo que dejamos atras. Hace frío pero eso no importa: una caliente y humeante taza de café con refejo de estrellas y luna y con sabor a leño encendido nos hizo entrar en calor. Luego todos callan y se impone un silencio nocturno poblado de sonidos silvestres: grillos chirriantes, brisa que susurra secretos a las ramas, el vuelo de una lechuza que traza caminos invisibles en la noche, el suave chasquido de una ramita que se quiebra, el crepitar de los leños en el fuego; cosas que me hablan de un pasado remoto e ideal aun no profanado por la mano del hombre. Fue entonces cuando la imaginación me elevó a los cielos en violento torbellino y por varios segundos perdí la razón: estaba entre los cabreros. Me levanté y dije: "Dichosa la edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga, sino porque entonces los que en ella vivian ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío". (Cervantes, en "El Quijote", Libro I, Cap XI)
La evasión de mi hermano a estas soledades, su vislumbre de Dios en lo Creado, la locura del Quijote de querer imponer un orden de una época que nunca existió, nuestra reunión congregados en torno al fuego, el punteo de la guitarra del trvador, el canto, las voces desaforadas de mi propia imaginación y algunas otras cosas parecidas y que se me escapan...
¿No nos habla del hombre en busca de una autenticidad existecial?
Sí.
Julio de 1995

*Bibliotecario y escritor venezolano (San Juan de los Morros, estado Guárico)

lunes, 19 de mayo de 2008

¿TIENE DIOS SU CENTRO EN EL CEREBRO?


Alfredo TAMAYO AYESTARÁN*




Los años finales del siglo XX y estos primeros del XXI están abriendo un campo nuevo tanto a la teología como a la llamada «ateología». Se trata de responder a la cuestión si estamos programados o no, bien desde nuestros genes bien desde nuestros centros cerebrales para la creencia auténtica o ilusoria en Dios. La prestigiosa revista francesa Le Monde des Religions dedica en su número de los meses de enero y febrero últimos a esta apasionante pregunta, bajo la autorizada firma de Joeelyn Morisson.
El especialista en genética Dean Hamer habla de un «gen de Dios» en nuestro ADN. El estadounidense Andrew Newberg célebre investigador de los diversos centros cerebrales ha introducido el nombre de una nueva disciplina que llama «neuroteología». En 2001 publicaba un libro que causó sensación titulado Por qué Dios no va a desaparecer y últimamente otro que lleva el nombre de Born to Believe, en español Nacidos para creer. El profesor canadiense Michael Persinger ha ideado el llamado «casco de Dios» que ha permitido, según él, vivir una experiencia espiritual a un 80% de los investigados. Ese casco de Persinger estimularía un supuesto centro o punto de Dios de nuestro cerebro.
El mencionado Andrew Newberg ha sometido a una experiencia neuroteológica a un grupo voluntario de monjes budistas durante su meditación «zen» y observado las alteraciones reales concomitantes que se producían en los cerebros de estos monjes que afirmaban sentirse en fusión con el «Todo» trascendiendo lo somático y superando los límites del espacio y del tiempo. Después Newberg ha extendido su investigación cerebral a un grupo de religiosas franciscanas de vida contemplativa. Ellas afirmaban que en ese tiempo de la investigación sentían una proximidad intensa de lo divino en su interioridad. Otro neuroinvestigador canadiense llamado Mario Beauregard de la universidad de Montreal ha extendido por su parte la misma investigación del cerebro a quince carmelitas descalzas de estricta clausura. No le fue fácil conseguir la aquiescencia de las religiosas para poner sus cerebros en conexión con un dispositivo de resonancia magnética.
Todo el mundo se interroga sobre las conclusiones de tipo trascendente que se derivarían de los tales experimentos neurológicos que han provocado el alborozo de ateos militantes que creen confirmada su tesis de que Dios no es otra cosa que una colosal ilusión de nuestro cerebro con una existencia meramente virtual.
Y a la vez el terror de numerosos creyentes que verían reducida su fe a un mero espejismo. ¿Estamos programados en verdad -se pregunta uno- para creer en Dios en consonancia con lo que es en el fondo nuestra condición humana que es, en frase de Kierkegaard, «existencia ante Dios y para Dios»? O, como se ha dicho arriba, la existencia de un ser trascendente que llamamos Dios no es otra cosa que una simple alucinación de nuestro cerebro?
Tanto Newberg como Beauregard nos previenen contra la tentación de traspasar los límites del campo reservado a la ciencia experimental e irrumpir en el terreno de la filosofía y de la mística. Decir si Dios existe o no, no es cosa de los científicos. Ambos están de acuerdo en que su investigación se ciñe a lo que es verificable con el instrumental que proporciona la ciencia. Y ambos confiesan con gran honradez que su «investigación» no permite ni confirmar ni debilitar la realidad trascendente de Dios». «Si yo miro, dice Newberg, en el escáner el cerebro de una persona que está contemplando un pastel de manzana puedo decir qué modificaciones están sucediendo en él, pero no puedo afirmar si hay o no ante esa persona un pastel de manzana».
Sin embargo, Beauregard añade por su parte que habría que superar un paradigma materialista organizador de las investigaciones basado en el prejuicio de que la conciencia no es otra cosa que un epifenómeno de la materia y pasar a otro que se basa en la primacía de la mente frente a las modificaciones y estados cerebrales.
A lo que se viene a añadir que tanto los monjes del budismo «zen», como las religiosas contemplativas franciscanas y carmelitas afirman sin dudar que la realidad que ellos experimentan en su meditación es para ellos lo más real, mucho más real que los simples entes materiales. La autora del artículo, Jocelyn Morrison, termina así su estudio: «Decididamente, a pesar de que debamos ser cautos a la hora de interpretar las investigaciones sin que las hagamos decir más de lo que dicen, sin embargo es cierto que el cerebro no ha cesado de apasionar nuestra curiosidad».

viernes, 16 de mayo de 2008

ARQUITECTURA RELIGIOSA DEL ESTADO APURE

Fotografias: Arturo Alvarez D'Armas*


Catedral de San Fernando de Apure------------------------------------------------


















































Iglesia de San Juan de Payara -------------------------------------------------------




























*Bibliógrafo, poeta y estudioso de temas negroides y africanos.