Dr. Eduardo Camps V.
(Profesor Titular U.C.V., Escuela de Historia)
Son muchas las teorías que tratan de explicar la aparición de la vida y del hombre pero fundamentalmente, son dos: la evolucionista y la creacionista. La primera, atribuida a Charles Darwin y la segunda, universalmente extendida a través de múltiples sistemas cosmogónicos.
Con respecto a la teoría evolucionista es preciso decir que desde su formulación en los siglos XVIII y XIX son muchas las críticas y crisis por las que ha pasado hasta el punto de que hoy en día está pasando por una revisión profunda.
En efecto, la teoría de la evolución que se presentó como científica en el siglo XIX carece de la posibilidad de su comprobación experimental. Es muy parecida a la Historia que es una ciencia no experimental.
Nosotros los historiadores sabemos que la Historia, aunque tiene un método científico, no es una ciencia exacta, cuyas afirmaciones pueden comprobarse experimentalmente, ni su exactitud puede ser comprobada mediante la repetición de condiciones en las cuales siempre se obtienen los mismos resultados. No obstante, la Historia es lo suficientemente precisa y rigurosa para que las hipótesis formuladas puedan ser comprobadas. La Historia, como ciencia, tiene métodos que garantizan la coherencia interna, la coherencia con las pruebas documentales –que a su vez son sometidas al método crítico- a la interpretación de los resultados y su comparación con hechos similares a fin de garantizar la objetividad de los resultados.
No sucede lo mismo con las hipótesis evolucionistas. Según la tesis de Darwin existe un proceso, que él llamó selección natural, mediante el cual los organismos vivos se adaptan al medio ambiente y esto produce cambios morfológicos y estructurales que permiten la supervivencia y diversificación de las especies. Este lento proceso explica cómo se ha ido de organismos muy simples, en el estadio primordial de la vida, hasta organismos cada vez más complejos, de los cuales el hombre es su expresión más elevada.
La primera brecha que se abrió en esta teoría vino de uno de los admiradores de Darwin, Tomás Huxley, quien señaló a su amigo que la evolución no era necesariamente gradual y acumulativa sino que podía ser radical. Y esta crítica de Huxley estaba fundamentada en la evidencia aportada por los nuevos fósiles descubiertos. Los fósiles parecían indicar tanto la extinción violenta como el surgimiento de nuevas de especies. Surgía así la primera escisión en el evolucionismo: el llamado saltacionismo.
Más tarde, en la medida en que los trabajos sobre genética del sacerdote Mendel eran rescatados del olvido y se progresaba en los estudios del ADN resultaba evidente que los saltos genéticos favorables a la aparición de nuevas especies eran prácticamente imposibles y, aun dentro de la misma especie, las mutaciones eran generalmente incapaces de sobrevivir y reproducirse. En consecuencia la tesis de la mutación como motor de la evolución quedó relegada al campo de la fantasía, como más tarde afirmó Popper.
Pero el evolucionismo no estaba dispuesto a ceder espacio pues durante el siglo pasado fueron propuestas diversas hipótesis como la teoría sintética proporcionada por un grupo de científicos como Ernst Mayr, George Gaylord, George Ledyard y otros que son clasificados como los creadores del Neodarwinismo. Según ellos y sus seguidores la evolución es continua porque los caracteres, los individuos y las poblaciones de las especies vivientes forman series continuas, de modo que las especies se transformarían las unas a las otras y de unas a otras gradualmente. La evolución no es la de una especie, sino la de un complejo genético que se tiene que dar al azar, a un ritmo que no sea ni demasiado rápido ni demasiado lento. Esta teoría presenta tantas variables a tomar en cuenta que no es posible su comprobación y no explica cómo, por ejemplo, los insectos se convirtieron en reptiles.
En la primera mitad del siglo pasado surge una nueva explicación ya que todas las anteriores habían sido duramente criticadas al no poder ser comprobadas ni poder explicar ni la evolución ni la diversidad biológica. Se trata de la teoría sintética de Simpson según la cual la evolución tendría tres modos: a) la especiación, b) la evolución filética y C) la evolución cuántica. Hoy en día se reconoce que las teorías de Simpson no dan repuesta a cómo se produce la especiación (adaptación al medio), a cómo se produce el cambio de una especie a otra nueva y mucho menos cómo es la relación entre los nichos ecológicos y sus ocupantes, que es el corazón del cambio cuántico.
Durante los años 70 del siglo pasado surgió una nueva hipótesis, la del equilibrio puntuado propuesta por los paleontólogos Niles Eldredge y Stephen Jay Gould quienes intentaron explicar por qué el registro fósil carecía de evidencia para demostrar un cambio gradual y acumulativo en los seres vivos. Según ellos los “huecos” del registro fósil se debían a lo frecuente de la especiación alopátrica rápida, es decir que rara vez se apreciaba una evolución lenta del grueso de la especie sino que lo frecuente eran los cambios rápidos en las poblaciones marginales. Esta solución fue destrozada por los seguidores de la teoría sintética por haber disociado la microevolución de la macroevolución.
Probablemente sigamos así mientras no aparezca una explicación definitiva sobre el origen de las especies, o para ponerlo en las palabras de Arsuaga “Pero más importante que buscar la manera de explicar coherentemente, lógicamente, todos los tipos de evolucionismo es preguntarse si su estructura sistémica no se deberá a que el evolucionismo en su conjunto no es, después de todo una teoría científica sino un campo de especulación en el que a partir de unos principios elementales caben todas las posibilidades lógicas, sin que pueda excluirse ninguna” (Luis Arsuaga. “El enigma de la esfinge”. Pag 139).
En relación al creacionismo, sólo podemos hablar de una rama que hace concesiones a la evolución: la teoría de las creaciones múltiples según la cual, los grandes períodos de extinción encontrados por los geólogos se explicarían por que Dios, reordenó el mundo en varias oportunidades mediante destrucciones masivas como se desprende de la narración del Diluvio Universal; pero, en general el creacionismo, arraigado tanto en la religión cristiana como en múltiples religiones plantea el origen divino de la creación y especialmente del hombre.
En nuestro contexto, la tradición judeo cristiana, no hay razones para pensar que ambas creencias, la creacionista y la evolucionista sean antagónicas, más bien pudieran pensarse que son complementarias.
En otro orden de ideas, debo hablar de esta posibilidad ya que, como propone Luis Arsuaga en la cita anterior, toda especulación es necesaria para explicar la vida.
De acuerdo con la tradición islámica, hebrea y cristiana fue Dios quien creó los cielos y la tierra y toda la vida contenida en ellos. También creó la luz y la oscuridad, las estrellas y el universo. Después de crear el medio Dios puso al habitante: el hombre y le concedió dominio sobre toda la creación. Dios también le enseñó el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y el mal, es decir, lo dotó de libre albedrío.
Mientras la ciencia se afirmaba como verdadera explicación del mundo durante el siglo XIX, el cristianismo en general sufría un doble proceso. Las iglesias tradicionales, esto es, católica, anglicana, calvinista y protestante, se fraccionaron a consecuencia de la proliferación de sectas, en conjunto más de tres mil. Muchas de ellas animadas de un vivo espíritu apostólico que difundió al cristianismo en los más apartados rincones de la Tierra. Fue un crecimiento por división y por ello sumamente crítico y lleno de extremismos doctrinales. Todo esto retardó la repuesta creacionista al evolucionismo que para 1920 ya estaba oficialmente instituido en Rusia con una faz de ateismo militante.
El creacionismo comenzó por señalar que los descubrimientos realizados por la ciencia, especialmente la arqueología, confirmaban no sólo la veracidad histórica de la Biblia, reforzada por el descubrimiento de imperios y culturas reseñadas en la en las sagradas escrituras, sino la secuencia de la creación conservada en el libro del Génesis, que es como se explica a continuación:
Dios creó el Universo en siete días (no necesariamente días cronológicos)
Día Primero
Dios separa la luz de la oscuridad, la luz se llama día y a la oscuridad noche. Equivalente creacionista de la teoría del Big Bang, según la cual el universo comenzó con una explosión al juntarse la materia prima original.
Día Segundo
Dios crea al firmamento y lo llama cielo. Hubo tarde y mañana.
Según la ciencia después del Big Bang la materia comenzó a reunirse gracias a la fuerza gravitatoria que se calentó para formar soles y planetas, enfriándose estos últimos por su baja densidad.
Día Tercero
Separó Dios las aguas de la tierra y hubo lo seco que se llama tierra y a la reunión de las aguas, mares.
La ciencia sostiene que una vez enfriado el planeta, aparecieron los mares (no acuosos sino de metano y amoníaco) y la tierra que era azotada por volcanes.
Crea Dios el reino vegetal, cada ejemplar según su especie y con su simiente. Confirmada esta parte de la secuencia por la geología y el hallazgo de paleo bacterias y, mas tarde, de células procariotas que se organizan como algas y musgos.
Día Cuarto
Dios pone lumbreras en el cielo para servir de señales a estaciones, días y años. La mayor que preside el día y la menor que preside la noche y las estrellas, es decir, los ritmos climáticos y la vida son sometidos a fuerzas astronómicas.
Día Quinto
- Dios crea los peces, las aves y los monstruos, cada cual según su especie. (Secuencia confirmada por la ciencia, incluyendo los monstruos hoy llamados dinosaurios etc. )
Día sexto
Hace brotar el todopoderoso de la tierra seres animados según su especie.
(La ciencia convalida también este punto pues los animales más recientes son los que se mueven en la tierra, particularmente los mamíferos)
Crea al hombre a su imagen y semejanza y le otorga dominio sobre toda la creación. Tanto la paleo antropología como la paleontología afirman que el hombre apareció recientemente. La disputa está en si tiene 2.000.000 o 35.000 años que es la edad, según los darvinistas y sus partidarios actuales, del Hombre Moderno)
Todos reciben el mandato de procrear y multiplicarse.
Día septimo
Dios descansa y ve que su creación es buena.
Pero la creación no termina allí, como se desprende de la lectura de Génesis 2. En efecto allí se señala que antes de la creación del hombre no existían ni lluvia ni “humor acuoso” (nubes) que regaran la Tierra. La ciencia también ha confirmado este detalle al no observarse en los estratos mas antiguos de la corteza terrestre evidencia de erosión. También en ese capítulo del Génesis se dice que no existían plantas con frutos y semillas y tampoco existían pastos. La geología y la botánica han comprobado esto fuera de toda duda pues ambas ramas del conocimiento sostienen que las plantas primitivas eran Gimnospermas como los helechos, sin flor ni fruto, diseminándose no por semillas sino mediante esporas. Así mismo las gramíneas (pastos) son muy recientes en el horizonte geológico.
Como puede verse la secuencia establecida en el Génesis es bastante parecida a la descubierta por los científicos, siendo la mayor diferencia la relativa al cuarto día. Según la ciencia, primero han debido aparecer el sol y la luna y luego los vegetales. Pero las Sagradas Escrituras no hablan de secuencia sino de elementos reguladores del tiempo: día, noche y estaciones. Según interpretaciones bíblicas, lo que hizo Dios fue establecer la velocidad de rotación de la Tierra, la velocidad de translación alrededor del sol y el ángulo de inclinación del eje del planeta a fin de dotar a nuestro sistema de las condiciones necesarias para que prosperara la vida.
Por otra parte los científicos también han venido sosteniendo que nuestro planeta ha cambiado la inclinación del eje así como la polaridad de sus campos electromagnéticos, de modo que ambas proposiciones no son necesariamente opuestas sino complementarias.
Sostienen los creacionistas que el día quinto es especialmente revelador. ¿A qué monstruos se refiere la Biblia? ¿ Acaso no están puestos los monstruos al mismo nivel de peces y aves?. En la época en que se escribió el Génesis, que se atribuye a Moisés, no existían los monstruos, entonces ¿de dónde sacó Moisés esa idea?. La mayoría piensa que los monstruos eran los dinosaurios y otras criaturas desaparecidas, de manera que la Biblia anunciaba el descubrimiento de esos seres mucho antes de que se sospechara su existencia.
Constantemente se repite en la página y media en que la Biblia se refiere a la creación, que Dios crea a los seres vivos según su especie y su simiente, como provistos de lo que hoy llamaríamos código genético, que separa a una especie de otra, de la misma manera en que milenios después, Mendell y las leyes de la genética, separan y distinguen las especies. Leyes que, por lo demás, constituyen la principal objeción a la teoría de Darwin y sus derivadas como el saltacionismo y el equilibrio puntuado.
Es también evidente de la lectura de ese capítulo de las Sagradas Escrituras, que desde el momento de la creación del Hombre hasta su expulsión del Paraíso, transcurrió un tiempo indeterminado en el cual el hombre vivió en un estado de inocencia, en plena armonía con su entorno. Sostienen los creacionistas que es por eso que no se encuentra asociado a los fósiles humanos antiguos del hombre evidencia de su trabajo sino que es sólo en los fósiles más recientes, todo en consonancia con el castigo impuesto por Dios al Hombre, al comer del árbol del conocimiento: “trabajarás y te ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
Así que puestas en perspectiva ambas explicaciones tienen más en común de lo que suele pensarse a primera vista. Pero es que, ambas exigen del creyente un acto de fé, bien en la ciencia, bien enDios, así que la elección es suya, estimado lector. ¿En quién deposita Ud. su confianza, en Dios o en la ciencia?.