El pasado mes de febrero se cumplieron 80 años de los sucesos adelantados por 252 estudiantes universitarios contra el régimen despótico y cruel conocido como el Gomezalato, que desde 1908 de manera tiránica gobernaba a nuestro país.
De ahí que con el nombre de Generación del 28 se identifica en la Historia de Venezuela, a ese grupo de estudiantes universitarios que protagonizaron en el carnaval caraqueño del año 1928 un movimiento de carácter académico y estudiantil que derivó en un enfrentamiento con el régimen de Juan Vicente Gómez. En tal sentido, lo que inicialmente fue un proyecto restringido al ámbito de la Universidad Central de Venezuela, se transformó en una propuesta destinada a la modificación del sistema político venezolano de comienzos del siglo XX, y que Gómez ejercía dictatorialmente desde 1908.
En un primer momento, los jóvenes que ingresaron a la Universidad Central de Venezuela entre 1923 y 1925, tomaron la iniciativa de reconstituir los centros de estudiantes pertenecientes a las facultades de Medicina, Derecho e Ingeniería. Luego como paso siguiente promovieron el restablecimiento de la Federación de Estudiantes de Venezuela, organismo coordinador de todos los centros de representación estudiantil, hasta entonces suspendido por una disposición que databa del gobierno de Cipriano Castro. En esta etapa destacan como organizadores los siguientes personajes: Jacinto Fombona Pachano, su primer presidente; Raúl Leoni, su segundo presidente; Elías Benarroch; Isaac Pardo, Miguel Otero Silva, Juan José Palacios, José Tomás Jiménez Arráiz y Rafael Echenique Chirinos. Asimismo como parte de este proceso de reactivación de la universidad como centro generador de conocimiento y de debate político, se efectuaron durante este lapso diversas actividades culturales que apoyó con sumo interés el rector Diego Carbonell.
Con el objeto de recaudar fondos para la realización de este plan, en el carnaval de 1928 se organiza La Semana del Estudiante, en cuyo programa destacaban los siguientes actos:
1. Desfile desde la Universidad hasta el Panteón Nacional, en homenaje a los próceres de la Independencia.
2. Coronación de la reina de los estudiantes Beatriz I (Beatriz Peña Arreaza*), en el teatro Municipal.
3. Recital de la juventud, en un teatro capitalino.
4. Concentración juvenil en La Pastora.
5. Preparación de una becerrada que no se realizó debido al desarrollo de los acontecimientos.
Los Acontecimientos: Debido a la participación de Pío Tamayo, antiguo exiliado político y uno de los introductores del marxismo en Venezuela, quien en la coronación de Beatriz I leyó un poema juzgado como subversivo por las autoridades gomecistas; a las primeras intervenciones de los estudiantes de derecho, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Joaquín Gabaldón Márquez, también estimadas como inconvenientes por los cuerpos de seguridad, y al "acto irrespetuoso" de Guillermo Prince Lara, quien rompió una lápida en honor a Juan Vicente Gómez; el Gobierno decidió poner fin a los actos conmemorativos de La Semana del Estudiante, encarcelando a Tamayo y a los demás jóvenes, conduciéndolos a La Rotunda. Ante la inesperada reacción oficial y en actitud solidaria frente a lo que consideraban un injusto cautiverio, el resto de los estudiantes se entregó de manera voluntaria a la policía, lo que resultó una maniobra que desconcertó completamente a los cuerpos represivos.
Posteriormente, el Gobierno los trasladó al castillo de Puerto Cabello, permaneciendo allí detenidos 214 estudiantes, durante 12 días, hecho que hasta entonces nunca había ocurrido en el país. Por su parte, la Universidad de Los Andes reaccionó casi enseguida frente a los sucesos, lo que sirvió de acicate para que en las principales ciudades se levantara una ola de protestas que hizo ceder al gobierno, quien finalmente los liberó. Este hecho fue bastante significativo, ya que la sociedad venezolana que hasta ese momento había mostrado una actitud sumisa frente a la dictadura gomecista, planteó la lucha contra la tiranía en un campo novedoso para un caudillo como Gómez: como era la calle.
Al poco tiempo de la liberación de los estudiantes, se produjo un acercamiento entre algunos de éstos (Juan José Palacios, Francisco Rivas Lázaro, Fidel Rontondaro y Germán Tortosa, entre otros) con jóvenes oficiales del Ejército -entre quienes se encontraba el hijo de Eleazar López Contreras- (Eleazar Contreras Wolkmar) con la finalidad de planificar un golpe de Estado que debía ejecutarse el 7 de abril de 1928, pero que fue debelado antes de producirse. Con el objeto de obtener la libertad de los compañeros detenidos a raíz del intento de sublevación del 7 de abril, un grupo de estudiantes redacta en octubre de 1928, un documento dirigido a Juan Vicente Gómez donde se le pide a éste que reconsiderara su severa medida. No obstante, Gómez no sólo desatiende sus demandas sino que manda a capturarlos, siendo conducidos en medio de protestas públicas junto a cerca de 200 estudiantes a las colonias de Araira, donde se construía un tramo carretero, en el que deberían cumplir trabajos forzados.
Por otra parte, aquellos estudiantes que eran considerados como más peligrosos: Pedro Juliac, Rafael Chirinos Lares, Ricardo Razetti, Antonio Sánchez Pacheco, Antonio Anzola Carrillo, Clemente Parparcén, Eduardo Celis Sauné, Enrique García Maldonado, Guillermo López Gallegos, José Antonio Marturet e Inocente Palacios **, once en total, fueron conducidos al inhóspito presidio de Palenque, en el estado Guárico. Mientras que el resto fue trasladado al castillo de Puerto Cabello, donde permanecieron hasta principios de 1929, cuando fueron dejados en libertad y expulsados del país.
En un principio los estudiantes del 28 regresan a Venezuela después de la muerte de Gómez (17.12.1935) como un grupo homogéneo que pretende desarrollar proyectos comunes. Sin embargo, lentamente comienzan a escindirse en banderas políticas distintas. Algunos se apartan de manera definitiva de la vida pública para dedicarse a otras actividades, mientras que en los grupos más combativos se formaron los núcleos de los futuros partidos Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV). Asimismo, dentro de este grupo hubo quienes destacaron por su aporte a los ámbitos artístico y científico. Entre los que se inclinaron por la creación artística figuran personajes como Guillermo Meneses, Miguel Otero Silva, Felipe Massiani y Antonio Arráiz; mientras que entre el segundo grupo se encuentran Miguel Acosta Saignes, Isaac J. Pardo, Rodolfo Quintero y Juan Bautista Fuenmayor.
La importancia de la "Generación del 28" en la historia contemporánea de Venezuela radica en tres aspectos fundamentales. Por un lado, un caudillo como Juan Vicente Gómez habituado a dirimir los conflictos políticos en los campos de batalla, se enfrenta a un grupo de estudiantes que actuando como colectivo plantean una lucha en un ámbito desconocido por Gómez y en general por los caudillos del siglo XIX, la ciudad. En otras palabras, a partir de este momento las batallas políticas del siglo XX se desarrollarán en las ciudades mediante huelgas generales, paros, boicots, etc. Por otro lado y en relación con lo anterior, el carácter colectivo del movimiento de 1928, expresado en la propia denominación de "Generación", formará parte de otro importante elemento de ruptura con la historia política del siglo XIX, la despersonalización del poder. Es por esto que pese a la cantidad de liderazgos (Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Miguel Otero Silva, Raúl Leoni, Juan Bautista Fuenmayor, el guariqueño Ricardo Montilla) presentes en los sucesos de 1928, ningún tuvo un protagonismo especial, predominando la unidad del grupo sobre cualquier individualidad, lo que será un adelanto de una de las principales características de las organizaciones políticas del siglo XX: la llamada disciplina partidista.
Es importante reconocer el aporte político de los jóvenes estudiantes del 28 al introducir nuevas ideologías (democracia, socialismo, marxismo, etc.) a las que no pueden adaptarse viejos líderes como Gómez. En tal sentido, una doctrina como el Liberalismo que fue central durante todo el siglo XIX, pierde su vigencia ante el surgimiento de ideas tales como la lucha de clases, la socialdemocracia, los partidos policlasistas, la importancia del Estado como agente planificador de la economía, etc. Por lo que se puede decir que con la llamada "Generación del 28" se introducen los elementos de cambio que le permitirán a Venezuela romper con el siglo XIX e insertarse en el XX.
Con estos antecedentes escribió Miguel Otero Silva su primera novela Fiebre en el año 1931, la cual publicó en 1939. En el Prólogo de la edición del año 1971 escribió: “Este libro fue mi primera novela, comenzada con 20 años de edad y varios siglos de ignorancia a cuestas. Andaba yo entonces a salto de mata, escondido en La Vela de Coro tras haberme estrellado como guerrillero, rastreado por la policía gomecista que de haber dado conmigo no lo estaría contando, y se me ocurrió de pronto ponerme a escribir nuestra pequeña historia –la de los estudiantes de 1928- … Pero yo no era escritor y la historia no había salido todavía del cascarón”…
Sin embargo, aun cuando "Fiebre", es la primera novela de Miguel Otero Silva, su importancia literaria es tal, que constituye una de las obras más leídas de la literatura venezolana, en ella se hace una profunda reflexión sobre la historia de la represión y persecución política sufrida por los 252 estudiantes universitarios que pretendían cambiar con ideas novedosas los fundamentos de la sociedad venezolana, de ahí el calificativo de Generación del 28, de los cuales Otero Siva fue uno de los principales.
Así lo expone el propio MOS cuando expresa: “La generación del 28, para quienes todavía no lo sepan, fuimos nosotros, los protagonistas de Fiebre, 252 estudiantes venezolanos que resolvieron un buen día declararse en desacuerdo con la (ponga usted el adjetivo más espeluznante que conozca) dictadura del general Juan Vicente Gómez”.
El hecho de que uno de los protagonistas se reconozca como parte de esa Generación, constituye un reconocimiento y una reivindicación a la tesis antimarxista de Ortega y Gasset, cuando afirma: “La historia de la humanidad no es la historia de la lucha de clases, sino el fruto de una lucha entre generaciones”.
Ahora bien, en cuanto a la novela propiamente dicha, indudablemente que ella es una novela política, novela – testimonio o novela – reportaje escrita por uno de sus protagonistas, un joven inexperto, que estaba viviendo en la clandestinidad, donde se hacía llamar por el seudónimo de “Padilla”, desde donde narra las peripecias de la llamada generación del 28, constituida por “un movimiento juvenil, limpio de alma, jacobino, pequeño burgués, contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (tiempo pasado); que se desintegró al nacer y permaneció desintegrado en virtud de la heterogeneidad de su composición y del criterio disímil de sus miembros frente a los problemas sociales (tiempo presente); 252 hombres que responderán de sus actos, cada uno por su cuenta y riesgo, ante la historia (tiempo futuro)”. Por eso parafraseando a Thomas S. Eliot se puede decir que “no hay tiempo irredimible”.
La fiebre del título que identifica a la novela tiene que ver con dos tipos de calentura o temperatura. Por un lado, alude a la fiebre física y corporal que causaba en ese entonces el paludismo en sus víctimas, síntoma de la falta de higiene, pobreza y mala salud generalizada de la población. Es también la enfermedad de que se contagiaron los jóvenes estudiantes expuestos a condiciones infrahumanas. La fiebre igualmente quería significar, que las ideas, los ideales y las acciones para lograrlos, bullían en las cabezas de aquellos muchachos revoltosos, manteniéndolos en permanente estado de excitación anímica y mental, una suerte de delirio necesario.
El escritor Juan Liscano en su interpretación de la novela, la considera como “una especie de canto juvenil: la rebelión de los hijos contra los padres, que viene a ser el orden dictatorial establecido”. Donde los jóvenes se preparan para la guerra con el grito primitivo, balbuceante y jocoso destinado a ofender a Gómez, con la consigna “sacalapatalajá”, una voz ritualista de efectos mágicos. En la obra, los jóvenes encarnados en el personaje Vidal Rojas (un universitario que abandona los estudios para hacer la revolución), atraviesan el largo camino que culmina con el conocimiento de si mismos. Descubrimiento, simultáneo del país: van de la protesta a la cárcel, a las conspiraciones, a las montoneras o guerrillas, al campamento de trabajos forzados.
La trama expuesta se estructura en la obra en tres capítulos, a saber: La Universidad, Montonera y Fiebre. De ellos, es en el capítulo III: Fiebre, donde se recrea a la población de Ortiz y al campo de concentración de Palenque.
Al pueblo de Ortiz aunque no lo nombra, se infiere en la narración que hace el protagonista Vidal Rojas después que lo apresan y lo conducen hacia Palenque:
“…Alguien tarareó a mi lado canciones carcelarias y obscenas. “Como quieres, como quieres que te ponga la llave en la cerradura”. Atravesé largas rutas quebradas, bamboleando en algo que se movía pesadamente.
Amanecí un día, semiconsciente, tumbado en mitad de un cuartucho enladrillado. Era la Jefatura Civil de un pueblo cuyo nombre nunca pregunté. Me dolía la cabeza golpeada. En ese cubil vi pasar los días, bien abiertos los ojos, sin pronunciar una palabra. Tomaba el pan y el guarapo que me traía un pobre diablo escrofuloso que hacía de carcelero. A veces entraban otros esbirros pero yo nunca respondí a las preguntas ni a los empellones. La primera vez que hablé fue para decir:
-¿Qué hicieron con mi compañero?
Era en ese momento cuando me daba cuenta de la ausencia del viejo Wenceslao. El carcelero se encogió de hombros. Tal vez nada sabía, tal vez no quiso decirme lo que sabía. Esa misma noche entró a mi celda un sargento, lo llamaban sargento. Me amarró las manos a la espalda y me cubrió de insultos.
-¡Salga pa`juera, patiquín!
Me imaginé que iban a fusilarme en un descampado…” pp. 211, 212.
En cuanto a Palenque lo describe así:
“… Del mundo exterior no me llegaba sino el quejido del herido, el ronquido afanoso del motor en las cuestas y el salto de las ruedas sobre una grieta honda.
Son visiones difusas que vienen a mi mente en este rancho del llano mientras me incorporo lentamente a la razón. A mi lado una sombra ganchuda y doliente, un hombre esquelético de cuyos tobillos pende una pesada cadena, gruñe maldiciones. Le pregunto donde estoy.
-Estamos en Palenque –dice-. Ésta es la enfermería del campamento El Coco.
Eso significa que estoy condenado a trabajos forzados en una carretera. Condenado a muerte lenta bajo el látigo, bajo el sol del llano, bajo el hambre, bajo las fiebres que viajan en el vuelo de los mosquitos o germinan en la linfa verdosa de los pantanos.
-¡Palenque! –repito.
-Sí, Palenque –dice con acento colombiano la sombra ganchuda-. De donde no se regresa.
Entra un hombre y el colombiano le informa:
-No se ha muerto el caraqueñito. Ya habla…
…(Al abrir los ojos en Palenque, de la muerte hablan las primeras voces que oigo). Dos días después me conducen a un kilómetro más allá y me remachan al tobillo una larga cadena, un grillete igual al que llevaba la sombra ganchuda. Me han trasladado a un cobertizo de zinc. En el piso de tierra se revuelcan muchos cuerpos encadenados como el mío. Es medianoche y duermen… en el suelo me tiendo yo también. El que me trajo dice:
-A la madrugada se pega del corte.
-Ya lo sabía. A trabajar en los caminos con pala y pico, a sufrir el alfilerazo envenenado de los mosquitos, a cargar sobre los hombros el sol del llano, a mirar como, frente a mis ojos impotentes, se asesina a un pueblo.
Desde mi ángulo se vislumbra un claro del horizonte rebosante de estrellas. En el trapecio de la fiebre, mi pensamiento se pone a hacer cabriolas con las luces del cielo.
-Si yo fuera estrella me negaría a iluminar presidios –digo a media voz…” pp. 212, 213.
En conclusión, Fiebre trata sobre como un grupo de jóvenes universitarios luchan contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, con lo que pretendían cambiar con ideas novedosas los fundamentos de la sociedad y de la cultura del país. Los discursos, los hechos armados, los castigos impuestos por la dictadura gomecista forman el núcleo de esta novela política de MOS, en la que también se alude al paludismo, enfermedad relacionada con la miseria en la que se encontraba Venezuela. Por ello se puede decir, que simplemente fueron el fruto explosivo de una situación en crisis, intérpretes de una realidad, guías de una empresa que el devenir histórico planteaba a la sociedad en que les tocó vivir. Como dice Carlos Irazábal parafraseando a Aristóteles: “Cada acontecimiento tiene su tiempo adecuado”.
La novela termina con las palabras premonitorias del protagonista Vidal Rojas, palabras cargadas de fe y esperanza en la libertad y en el porvenir de la patria, a la que visualiza en su delirio febril como consecuencia del paludismo que lo conduce a la muerte. Dice así:
“Yo sé muy bien que mi pueblo no puede morir. Los pueblos no mueren nunca, ¿verdad? Yo siento repercutir en mi corazón un rumor de trompetas lejanas, mi corazón redobla con los tambores. Yo sé que mi pueblo ha de despertar un día. Despertará como el tuyo, viejo Dostoievski, como todos los pueblos templados en el sufrimiento. Y entonces será una vertiente de esqueletos insurrectos, un torrente de legítima venganza desencadenado sobre los campos anchos de la patria.
Será grandioso, maestro, verlos saltar de los caminos polvorientos, de los calabozos sin aire, de los sembrados ajenos, de las minas ajenas, de las casuchas sórdidas, de las tumbas mismas, con un clamor de justicia en los puños cerrados. No se distingue la cara del que marcha a la cabeza de ellos, pero hay uno que marcha a la cabeza de ellos y les señala el camino. Yo tal vez habré muerto –como tú, viejo Dostoievski- pero me asomaré contigo al postigo de lo que no existe para verlos triunfar.
Será grandioso e inevitable como los estallidos de la naturaleza. La luz de las hogueras no calentará el alma, el humo de las hogueras no aguará los ojos y tu le contarás al mundo, con tu espesa voz sembradora, lo que mis pobres palabras no alcanzan a contar.
La fiebre corre por mis venas como bajel de fuego. Mi corazón le…”
Con la llegada de la muerte queda la frase inconclusa: Mi corazón le… en la boca de Vidal Rojas. Estas estrofas finales permiten visualizar el profundo conocimiento de MOS sobre la Venezuela de su tiempo y del mundo, porque nombrar a Fedor Dostoievski, es nombrar su obra cumbre Crimen y Castigo, además de predecir el destino de la Patria, que es el destino de la Venezuela que estos 252 jóvenes universitarios y el pueblo llano ansiaban.
*Beatriz I, la reina de los carnavales de la UCV de 1928, era hija del Dr. Vicente Peña, médico nativo de Aragua de Barcelona y Mercedes Arreaza, hermana de Israel Peña Arreaza, nació en Aragua Barcelona. Gran músico, profesor universitario y gestor cultural (1907-1979). Beatriz nació en Zaraza porque su papá fue contratado por Eduardo Delfín Méndez para que diera clases en su colegio "San Gabriel", pero después el Dr. Peña hizo su vida profesional en Caracas. 29 de abril de 2006.
**En la fachada de la Casa de la Cultura “Napoleón Baltodano” de la población de El Sombrero, está colocada una placa de bronce con los nombres de estos once estudiantes. La placa fue colocada y develada en el año 1964 por el gobernador Ricardo Montilla, en recuerdo de los estudiantes que estuvieron presos en Palenque.
Ricardo Montilla estuvo preso en el castillo de Puerto Cabello y en la cárcel de Calabozo, antes de ser desterrado a Colombia por la dictadura.
REFERENCIAS
BARROETA LARA, Julio. (1988) Miguel Otero Silva. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Caracas: Editorial Ex – Libris. pp. 1186-1187.
DOMINGUEZ, Freddy y Napoleón Franceschi. (1982) Historia de Venezuela Contemporánea. Caracas: Ediciones Co-Bo.
LISCANO, Juan. (20/08/1993) Miguel Otero Silva y su tránsito. Caracas: El Nacional. Papel Literario.
OTERO SILVA, Miguel (2005). Fiebre. Los Libros de El Nacional. Caracas: Editorial Gráficas León, C.A.
PINO ITURRIETA, Elías. (1988) Generación de 1928. En: Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Caracas: Editorial Ex – Libris. pp. 267-269.
VELÁSQUEZ, Ramón J.; CALVANI, Arístides; BREWER-CARIAS, Allan, y otros. (1979) Venezuela Moderna. Medio siglo de historia, 1926-1976. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas: Editorial Ariel – Seix Barral Venezolana.