ENTREVISTA
Del 'no hay futuro' al cinismo radical
Michel Houellebecq y Richard Hell conversan sobre el desquiciado mundo de hoy
JOSÉ ANDRÉS ROJO - Madrid - 25/04/2008
Estuvieron cada uno por su cuenta en la Noche de los Libros que la Comunidad de Madrid organiza cada 23 de abril. Michel Houellebecq dio una conferencia en la que habló de sus lecturas preferidas. Se refirió a una biblioteca que frecuentó de niño y que le permitió conocer a Homero, Shakespeare, Cervantes... Pero destacó como sus más "exaltadas" influencias a Baudelaire, Dostoievski y Balzac. Richard Hell estuvo, más o menos a la misma hora, en el Ateneo. Lo acompañaron los sonidos grabados de la guitarra de un viejo colega de su grupo Voidoids, Robert Quine, mientras recitaba unos poemas. Luego interpretó, junto al guitarrista Javier Alonso (del grupo Novak), unas cuantas canciones y, al final, puso un cortometraje que filmó hace unos años, Theresa Stern.
Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales, Plataforma y La posibilidad de una isla, entre otras, son obras de Michel Houellebecq (Reunión, Francia, 1958): cinismo en estado puro, una visión descarnada del hombre de nuestro tiempo, ninguna concesión a la hora de retratar el vacío. Richard Hell (de familia, Meyers) nació en Lexington (Kentucky, Estados Unidos) en 1959 y, después de dar tumbos con su amigo Tom Verlaine (el fundador de Televisión, esa banda imprescindible), en 1977 irrumpió en la escena musical al frente de su banda The Voidoids con su tema Blanc Generation. Hablaba allí también del vacío y se adelantaba un cuarto de hora a la irrupción oficial del punk. Cuentan que Malcom McLaren se inspiró en su manera de vestir para poner de moda los pelos de punta, los imperdibles, las camisetas rotas (las que luego popularizaría Johnny Rotten con los Sex Pistols). Hell está ahora orgulloso porque Kate Moss lleva una camiseta con una imagen suya de 1980. Los cotilleos hablan del nuevo novio de la modelo, pero se trata de él. "La ha comprado en mi página web y ahora soy un tipo feliz: todo el día pasa mi cara por las tetas de Kate Moss".
He aquí, mano a mano, a dos expertos en el vacío. "Todo ha sido un malentendido", dice Richard Hell. "Cuando escribí Blanc Generation yo no quería hablar de una generación, sólo quería contar las cosas que me pasaban a mí". Houellebecq cuenta que su relación con la música tiene picos. "Me pasa, en realidad con todo. Puedo estar 10 años desentendido de los libros y los discos. Hace poco pasé todos mis CD al ordenador y ahora tengo un problema: oigo música pero toda la información que tengo es que se trata de pista 1 (varias veces), pista 2 (varias veces) y así sucesivamente". "Yo no oigo música", dice Hell. "Algo llevaras en el coche...", le espeta Houellebecq. "Ahora no conduzco", tercia el otro.
Pero termina por contarlo. Escucha a Monteverdi por influencia de su mujer y ha descubierto a Beethoven, Chopin y Shostakovich. "Bueno, cuando conducía", le dice al escritor francés, "ponía a los grupos que me influyeron de joven, a los Who, a los Kingsmen...". "¿Y no te gusta Wagner para las autopistas?", le pregunta Houellebecq. "Me encanta, pero es muy peligroso. Con su música te crees todopoderoso".
¿Por qué ese afán por saltar de medio de expresión? Richard Hell dejó hace un tiempo la música y ahora escribe novelas, Houellebecq ha probado con el cine. "Fue una buena experiencia, la de adaptar yo mismo una obra mía a la pantalla", comenta al respecto. "Ves lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Estás rodeado de mucha gente, haces una vida saludable". "El rock es muy engañoso. Piensas que es el mundo de la disipación total, de la mayor libertad. Y es justamente lo contrario. Tienes que levantarte a las ocho, preocuparte de la gente de tu banda, ensayar, meterte en una furgoneta, ir de un sitio a otro. Una desgracia de vida. Escribir me permite hacer lo que quiero y donde quiero, sin estar pendiente de nada", dice Hell.
Por aquello de la vida saludable, han hablado un rato de drogas. Houellebecq: "La peor de todas es la nicotina, no hay manera de dejarla. Ni la morfina ni la heroína enganchan tanto. No sé qué pasará con el crack, no lo he probado". Hell también echa pestes de la nicotina. Luego vuelve a referirse al mundo del rock: "Lo peor que tiene es que digas lo que digas aquello se convierte en una fórmula en la que se refleja y proyecta un montón de gente. Y yo sólo quería contar mis cosas. Pero tiene algo bueno: la cuestión física. Estás ahí, en contacto con el público, lo tocas, te empuja, das brincos...".
Michel Houellebecq. Yo tenía un proyecto hace un tiempo. Quería ir a Estados Unidos y tirarme allí un año. En un lugar pequeño de Iowa, por ejemplo. Para entender lo que pasa, para meterme en su mentalidad. Tú eres de allí, ¿no?
Richard Hell. Sí. No hay otra, es mi destino.
M. H. ¿Qué me recomiendas que haga para entenderlos? ¿Dónde debería ir?
R. H. De un lado a otro. Por la carretera. Es la mejor forma. Alquilas una habitación en un motel, sales a dar un paseo, le preguntas a la gente qué tal, te responde. Te vas enterando.
M. H. ¿Pero hablan de todo? Quiero decir, yo no entiendo lo que les pasa con Dios, por ejemplo. No sé si se lo creen del todo.
R. H. No siempre se les puede comprender. Yo tengo que hacer lo mismo que tú, pero con Los Ángeles. Ir un año. Igual así me entero.
M. H. Estuve leyendo un montón de thrillers. Me encantan. Cosas de Theodore Roszak, esa historia de El diablo y Daniel Silverman, por ejemplo. O John Grisham. Bueno, me asombra lo cínicos, fríos y distantes que son para retratar las cosas que ocurren en el mundo del trabajo. Pero se vuelven sentimentalones cuando hablan de la familia.
R. H. Pasa mucho con la familia. Pero con la nación también, o con la religión. Buscan un grupo compacto en el que sentirse integrados y protegidos. Contra todos lo demás.
M. H. Es asombroso lo de la familia. Siguen pensando que su mujer es la mujer más sexy, aun cuando eso, por la edad, resulte ya imposible. Y con los niños. ¡Cómo se portan con los niños! Saltan de alegría en cuanto los ven...
R. H. Debe de ser porque no tenemos raíces. No hay nada que rascar, no hay valores que vengan de atrás. Sólo está la televisión. La gente hace lo que ve en las sit-com, esas comedias donde todos sonríen y se toman muy en serio.
Tomado de:
http://www.elpais.com/articulo/cultura/hay/futuro/cinismo/radical/elpepicul/20080425elpepicul_1/Tes
Houellebecq:«Celebremos la minifalda, no el Mayo del 68»
MANUEL DE LA FUENTE. MADRID
Tal vez aunque ya no cumpla los cuarenta, Michel Houellebecq siga siendo el enfant terrible de la literatura francesa. Pero para terrible, el mal rato que ayer le daba a la traductora (y al humilde cronista) durante sus entrevistas en Madrid, donde ha participado en La Noche de los Libros. Y no por malencarado o maleducado, ni tampoco por vanidad o por chovinismo. No, nada de eso. Terrible porque terribles eran los silencios (se supone que reflexivos) tras las preguntas. Silencios en los que el autor de «Plataforma» parecía rebuscar las respuestas (en lugar de hacerlo en el viento, como cualquier mortal) en los últimos y más arcanos recodos de su cerebro.
Primero, bromeaba ante una de esas preguntas para abrir boca, sobre el Mayo del 68, una de sus bestias negras oficiales («para no decir ninguna tontería, voy a contarle lo mismo que a sus compañeros»), aunque luego las bromas quedaban aparte y como un rayo divino iluminaba el panorama de la nostalgia de aquella supuesta (a este paso acabará en presunta) revolución. «En Mayo no hubo gran cosa, ni grandes acontecimientos. Lo importante fue antes, como el el rock, los Beatles, la píldora, en 1967, y, en 1966, la minifalda. A lo mejor deberíamos haber realizado una gran conmemoración en el aniversario de la minifalda, en 2006».
En el diván
Pastor, se dice, de la desesperanza del siglo XX y lo que va de XXI, Houellebecq asegura que no busca en la literatura un camino de salvación (de expiación, acaso) sino que escribe «porque hay varios agujeros en la descripción del mundo, y escribo para dar vida a unos personajes que nunca han sido descritos. Nunca tuve la ilusión de que escribir me pudiera cambiar. Sencillamente, hay cosas que otros no ven y que yo veo y cuento». Tanto que comenta que habría sido un «buen psiquiatra o psicoanalista», porque la gente, en cuanto se cruza con él, se tumba sobre el diván sin que ni siquiera se lo pida. «El prójimo me cuenta su vida muy fácilmente, cosas que podrían ser secretas o vergonzosas, pero que me relatan con toda normalidad».
Desde luego, Michel Houellebecq no es la alegría de la huerta, ni en el examen escrito («No hay que temerle a la felicidad, pues no existe») ni en el oral. Quizá, como siempre haya que contentarse con una canción, con una mirada, una rosa, aquellas pequeñas cosas de Serrat. «Bien, si ésas son las pequeñas cosas, cuáles son entonces las grandes. Aunque vivir reducido a esas fugacidades puede acabar siendo siniestro. También pienso en los monjes que parecen felices con su mundo diminuto, pero, claro, ellos sí están conectados con Dios, con algo grande. A mí no me hace feliz pero a veces parece que funciona».
Con este panorama, habrá que buscar algunas muletas para apoyarnos en nuestro devenir por el mundo. El autor de «Las partículas elementales» vuelve a tenerlo claro: «El sexo y la religión son justamente los pilares irreemplazables de la vida. Si se pierden, será el vacío absoluto». Aquí no se libra ni el apuntador. Y menos aún su propio país. «La sociedad francesa no está preparada hoy para recibir una ruptura como la de Tzara, Breton, las vanguardias. Lo que Francia necesita es consuelo y ayuda». Busquemos por última vez al psicoanalista Houellebecq: ¿Tan deprimida está? «Oui, oui, sí, sí, lo está». ¡Mon Dieu!
Tomado de
http://www.abc.es/20080425/cultura-cultura/houellebecq-celebremos-minifalda-mayo_200804250256.html
Un escritor a leer, reflexionar y debatir: Michel Houellebecq
Michel Houellebecq es un controvertido autor que está de moda. Hay gente que lo detesta y que lo acusa de cínico y nihilista. En mi opinión considero que es al contrario, ya que él revela muy bien el nihilismo reinante en sociedades como la francesa y nos muestra la banalidad del mismo. Aunque no ofrece soluciones, ya que ésa es tarea de todos nosotros.
Houellebecq es un ingeniero agrónomo muy informado y me ha hecho pensar el siglo XXI. He leído tres libros de él: "Las partículas elementales", "Plataforma" y "La posibilidad de una isla".
Para quienes deseen saber algo más de este autor, transcribo a continuación la siguiente entrevista que le hizo la revista online Generación XXI con motivo de la publicación en español de su libro "Las partículas elementales":
Con Houellebecq llegó el escándalo
¿Por qué "Las partículas elemetales" ha resultado tan polémica?
- Se puede decir que el libro hace una revisión, sin demasiados tapujos, de un periodo reciente, sobre una realidad que puede cambiar de estado de distintas formas, incluso llegando a disgustar a algunos a causa de una constante presión que desarrolla en la obra el género científico. Y eso, teniendo presente la idea de que las soluciones posibles a este estado de cosas humano no son necesariamente políticas... Frente al cambio de la organización social, el cambio de la naturaleza del hombre parecía un tema tabú que el libro cuestiona introduciendo una duda. Mi obra apunta soluciones que pueden modificar la naturaleza del hombre, lo que no es necesariamente terrible. Simplemente, trato una cuestión que efectivamente aún no está resuelta y que efectivamente merece una polémica.
¿Habías previsto esta reacción?
- No en un primer momento. De todas formas, para poder escribir algo más o menos largo es necesario abstraerse de todo lo que la gente piensa en torno a uno. Aunque eso nos puede llevar también a olvidar nuestra línea de pensamiento más habitual. Esa reacción sí que me llegó a sorprender porque nunca pensé que llegase a crear tanta polémica.
¿Aceptas la definición de provocador?
- No, no creo en absoluto ser un provocador. Un provocador es alguien que dice cosas que realmente no piensa: lo que busca es chocar, ahondar en los aspectos chocantes. Yo al contrario, trato de observar las cosas con buena fe. Un provocador repara en ideas totalmente aceptadas para luego contrariarlas. Yo, en cambio, digo lo contrario si lo que pienso es lo contrario; y digo y afirmo la misma cosa si así me parece. Así guardo una independencia entre lo uno y lo otro.
En tu novela se aprecia una concepción antropológica pesimista, un poco deudora de Machiavelli, que lleva a defender la necesidad de un poder autoritario...
- Sí, pero esa no es una concepción especialmente pesimista.
¿Crees que es realista?
- Sí, eso me parece evidente. Y si decir eso es ser provocador, entonces lo soy, pero me parece más bien caer en la evidencia.
Has defendido públicamente que el bien y el mal existen, que son referentes fundamentales para el hombre, que para algunos es "bueno por naturaleza..." ¿Crees en la moral? ¿Qué tipo de moral puede ser aceptada hoy?
- El hombre es un montón de cosas. En resumidas cuentas, es un conjunto de reglas y de deseos. Todo eso forma parte de la evolución del hombre, en fin. No hay un hombre sin reglas sociales ya que nace en medio de una sociedad. Creo que Rousseau exageraba un poco, aunque él tampoco creía en el hombre como un ser salvaje. Él más bien oponía el paisanaje a una clase noble, donde desde luego el paisano no era un salvaje, sino que era una persona formada ya por muchos siglos de Cristianismo. Rousseau encontraba demasiada sofisticación en las relaciones dentro de la nobleza.
De todas formas, esas fórmulas chocantes basadas sobre la idea de "que el hombre nace bueno" son bastante exageradas. Es bien sabido, además, que los ejemplos de hombres más próximos a la naturaleza que han sido encontrados, se hallaban bien lejos de la animalidad. Eran seres formados por varios siglos de reglas morales, de cultura.
En cuanto a la moral, bueno, la base moral imperativa reposa sobre una negociación entre dos diferencias. La negociación entre el placer y el no placer, la diferencia entre uno mismo y los demás. A grandes trazos, lo que se trata es de tomar en cuenta a los demás. Pero finalmente todo depende de si place o no.
Los actos más inmorales están vinculados a la crueldad y prescinden de la justicia, ya que es ahí donde las posiciones entre el uno y el otro no encuentran ningún tipo de apoyo.
También ha dicho que la bondad es la vara de medir al hombre, desechando dinero, fortuna, posición o inteligencia ¿Pero en qué consiste la bondad?
- Creo que la bondad es el factor fundamental.
Pareces un hombre religioso...
- No. Por lo demás, la religión europea y la de Medio Oriente se apoyan sobre la idea de un dios creador y se plantean así el origen del mundo. Yo me considero más bien un hombre de ciencia, por lo que la creación del mundo me parece fácilmente explicable sin dios. De todas formas, es algo en lo que pienso cada vez menos. En general, no creo que las ideas monoteístas que explican el origen del mundo a través de la existencia de dios sobrevivan con el tiempo cuando las ideas evolucionen algo más, pero son difícilmente sustituibles por la ciencia, difícil de entender... Lo que ocurre es que la Ciencia se hace a veces incomprensible y eso lleva a una diferencia en el entendimiento, de impacto.
¿Crees, tal y como insinúas en tus obras, que estamos viviendo el final de una Civilización?
- Sí. Estamos quizá viviendo un final en el estado actual, porque la gente no llega a encontrar mayores alicientes de vida, ni busca reproducirse y no se puede continuar sobre esa base. Nadie cree... pero tampoco es tan grave; la investigación encontrará otro tipo de organización social. Mi libro no es un libro de profecías, es más bien un libro de realidades y no es el único, hay muchos otros. Me imagino que la mayoría terminará de leer mi libro (me mira de reojo) bajo un estado de duda bastante fuerte. Con esto digo que no existe en él un mensaje tan claro como para clasificarme de mesiánico.
Tu pones en tela de juicio al individuo como valencia absoluta, como átomo social... pero, ¿Qué puede sustituir al individuo?
- El individuo forma parte de una elección, de una abstracción. Hoy en día los individuos nacen en familias, realizando un cuadro social en el que ellos pueden elegir privilegiadamente el aspecto individual de sus existencias. Eso es una abstracción, aunque nadie puede considerarse un individuo como tal. Eso no es más que una visión de las cosas, una abstracción, una limitación. Podríamos decir que está muy relacionado con la existencia del cuerpo, el cual también tiene algo de estrictamente individual.
En tu obra consideras que las religiones tradicionales no sobrevivirán a los cambios de la sociedad, al tiempo que tampoco crees en la supervivencia de la filosofía posmoderna. Criticando el pasado estás considerado, sin embargo, como un nuevo reaccionario...
- Todo lo que nos llega como aparentemente nuevo no es tan nuevo. Siempre se han dado las regresiones. Y los cambios no significan exactamente progreso. Creer lo contrario no es más que una desviación relacionada al progreso. Y por supuesto, todo lo que va en contra de esta idea se le llama reaccionario, cuando uno también tiene el derecho a no estar de acuerdo con lo recién acaecido.
Antes (del 68) sí existió, sí se creía en un verdadero progreso y el hombre era más optimista. Hoy en día ese optimismo se ha perdido.
Para Ud. el deseo del hombre nunca calma la sed, no tiene límite, y por ello se ha mostrado muy crítico con el hedonismo. ¿Acaso podemos ser felices en esta sociedad?
- Todas las personas somos algo hedonistas. Lo grave es cuando existe la voluntad de tener una fuerte estima sobre sí mismo, tener un narcisismo demasiado alto. En nuestra sociedad la presencia del envejecimiento junto con la muerte es un hecho y es aquí donde actúa el hedonismo. Por otra parte, es verdad que en mi obra tengo personajes más bien infelices, pero es porque representan el cuadro social más típico. Es lo que más golpea al sentido común, ya que globalmente tenemos la impresión de que el estado del mundo nos conduce más bien a la desgracia.
Tienes un concepto no estilístico de la novela, un poco como ensayo donde cabe todo: ciencia, ideología, poesía, panfletismo... al tiempo, no te casas con ningún grupo o generación literaria...
- Bueno, lo mío constituye parte de un grupo literario, pero muy vagamente. Somos gente que está tan persuadida de que el mundo es nuevo y de que hay un gran retraso en la literatura con respecto al mundo, que las cuestiones de estilo se ven un tanto anexas. Hay muchas cosas nuevas que contar. Bueno, no es verdaderamente un grupo literario, pero yo me siento más próximo a quienes describen realidades sociales nuevas que a las personas que están demasiado centradas en el desarrollo de una escritura.
¿Cuáles son tus autores favoritos? ¿Quién te inspira?
- Me gustan las ideas pascalianas. Pero en realidad no me he inspirado en ningún libro para escribir esta obra. Hay tantos buenos autores...
Tu libro critica el mundo nacido del 68, también el psicoanálisis, las libertades...
- Sobre el mito del 68 y la libertad individual... bueno, mi crítica no es un ataque al mito. Es un balance. Creo que habrá sesentayochistas a los que les gustará el libro porque se reconocerán en algunos pasajes del mismo (sonríe). He oído que le ha gustado a Kol-Benditt. El psicoanálisis es una teoría que ya no tiene muchos adeptos. Es una fuente de ridículos que nos puede llevar a crear narraciones bastante locas. A gente ya no cree tanto en ello. Es algo en vía de extinción. De todas formas, existen otras capas del cerebro humano en las que son aplicadas otro tipo de teorías.
¿Qué papel van a jugar en la transformación de la sociedad los nuevos descubrimientos científico-técnicos?
- La Nueva Física tiene muchas aplicaciones técnicas y el que sea asimilada en general por la gente costará mucho tiempo. Pero esta teoría va a ayudar a cambiar cosas en el mundo. Aunque no es fácil decir cuándo ni cómo. Por ejemplo, respecto a Galileo y Newton, su idea de ciencia golpeó durante mucho tiempo con lo que la gente pensaba científicamente. Hace falta tiempo para que algo sea universalmente comprendido. En la ciencia tecnológica la utilización de Internet ha sido más un progreso, la información genética también observa muchas ventajas para la ciencia.
¿Qué opinas de la clonación?
- Ah, es una buena idea. No le encuentro objeción. No veo que haya que horrorizarse por ello. Es más bien maravilloso, es otra manera de fabricar un ser humano. Luego, la personalidad se construye en torno a una historia individual. Así que si los dos seres son idénticos en un principio, luego habrá diversificación de caracteres. Habrá una individualidad creada por las experiencias y los pensamientos personales.
Ud. ha sido comunista, luego se ha definido como social-demócrata pero ha hablado bien de Stalin ¿Tiene Ud. ideología o partido?
- No, no he sido militante ni estoy afiliado a ningún partido. Fue más bien mi cultura de base, mi ambiente familiar. Por otra parte, Stalin tuvo cosas buenas...
¿Michel Houellebecq está loco?
- No particularmente...
Tomado de:
http://www.fernandoflores.cl/node/1038
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