Beatriz Maure R.*
Reminiscencias de Cementerio
Schriewer y Martínez (2019) plantean
perspectivas de estudios desde la Antropología Social, a partir de la biografía
de una familia, la descripción de una sociedad particular, de finales del siglo
XIX y principio del siglo XX, y detallando sus patrones matrimoniales, de
género, sanitarios y económicos, desde información o constructos aportados del
cementerio de la ciudad, en concordancia Velásquez, P. (2009) afirma que desde
la visión organizacional se conforma como “...lugar en donde se crea y recrea
un orden socioterritorial que da cuenta de su entorno...”
Por consiguiente, Schriewer y Martínez
(2019) caracterizan la Provincia Endogámica de la ciudad de Murcia de
dominación “caciquista”, pero, influenciada históricamente por emigrantes, al transformar
los patrones matrimoniales de desarrollos de redes de poder de la oligarquía
local, asimismo, en el aspecto económico en “la integración del mercado” se
pierde paulatinamente actuación que distinguían patrones de la mayoría de
negociantes de esta ciudad, en cuanto al papel social del género la mujer es transferida
a la casa y el hombre ligado al comercio, también, permite visualizar la
mortalidad por escasos avances médicos, insuficiencia de higiene, elevados
riegos en partos para madres e hijos y enfermedades genéticas y crónicas.
En este orden de ideas, cabe señalar, la
percepción de la sensibilidad de la muerte, que a diferencia, del nacimiento (puede
no llegar a ocurrir) es un evento inexorable, real e inminente en relación Comesaña,
G. (2004) comenta: “Como el hecho del nacimiento, el de la muerte es una de
esas realidades que constantemente nos ciernen y nos conciernen.” por lo que en
correspondencia Montiel, J. (2003)
sostiene que,
“Reflexionar
sobre nuestra muerte, es reflexionar sobre nuestra vida. La muerte es una
dimensión de la vida. (...) puede sobrevenir en cualquier momento. Rechazar la
muerte, hasta el extremo, es negarse a vivir. Para vivir plenamente hay que
tener el coraje de integrar la muerte en la vida”.
Dentro
de este orden de ideas, Cobos, E (2009) plantea que existen estudios que
muestran la muerte como el rasgo más cultural del ser humano: que modela, el contenido
y la calidad de la conducta diaria expresada en los ritos fúnebres, mientras
que, para Cartay el estudio de la muerte, siguiendo a Barrán, es fragmentado en
la Cultura Bárbara (1800- 1860) como hecho cotidiano, de presencia cercana-
familiar, por la mortalidad generada de enfermedades y guerra civiles.
Mientras que, la Cultura Civilizada
(1860-1920), la muerte de ritual normado, majestuoso y adornado, en
consecuencia Cobos, E (2009) revela el motivo: “...Se impone así un código distinto
que privilegia la sentimentalización de la muerte en contraste con la anterior
banalización de la muerte (...) La muerte era un hecho frecuente en la
sociedad, pero su cultura, en vez de ocultarlo, lo exhibió..” ahora bien, desde
una concepción filosófica el ser humano resulta de la coexistencia esencial de
cuerpo y espíritu, por lo tanto, la disociación de estos elementos se genera en
razón de la muerte.
Lo antes expuesto es el fundamento, de la “Sacramental
de Exequias”, Cabello (2017) explica, que algunos estudios fundamentados en el
análisis de la última voluntad testamentaria de un grupo de personas católicas
residentes de la nueva Valencia del Rey de los siglos XVII y XVIII, crea cuatro
elementos significativo: la mortaja, la sepultura, novenas de misa y obras de
caridad al momento de la muerte, además, expresa que:
“La tradición
cristiana enseña, que el cuerpo es el templo del espíritu creado a imagen y
semejanza de Dios, De allí el respeto y la veneración hacia el difunto y sus
restos mortales, que se expresa en el cumplimiento y obediencia a estrictas
regulaciones oficiales religiosas y morales, ante y durante el enterramiento.
Es ampliamente conocido que ante el acontecimiento biológico de la muerte, el
cuerpo puede ser expuesto, inhumado, sumergido o incinerado, colocado en
cualquier lugar lejano o cercano, no sin antes, el cumplimiento de determinados
ritos y costumbres propios del universo cultural y religioso del difunto; esta práctica, en el
mundo católico es conocido como Sacramental de Exequias.”
En
este sentido se comprende que, en las Colonias Españolas en América, en primer
lugar, prevaleciera la “distinción de clases hasta la muerte” evidenciado en
enterrar los cadáveres en las iglesias cuando los deudos del difunto podía
pagar esta distinción, o en un patio inmediato al templo cuando el muerto
pertenecía a las clases desheredadas de la fortuna, y al mismo tiempo, se practicará
“obrar bien hasta la muerte” expresado en que la iglesia establecía claramente
a quien se le podía o no conferir exequias fúnebres, es otras palabras, a
quienes en circunstancias de la muerte se le podía o no, enterrar en el
cementerio católico, ofrendar o enajenar misa a un difunto, en correspondencia,
señala Cabello, (2017):
“Según los cánones
de la iglesia católica que vinimos analizando, para los difuntos fallecidos
trágicamente, entre otros, asesinos, suicidas, prisioneros, condenados,
sentenciados y ejecutados, fallecidos en duelos; como para los herejes y excomulgados de esta; debían habilitarse
espacios alejados o contiguos al cementerio católico y destinarse para ellos fosas
comunes.
El
cumplimiento de estas severas normas eclesiásticas, dieron origen a los
cementerios de ajusticiados, también denominados, Cementerios Profanos o Huesa Común.
En Europa, aún se conserva como testimonio de un triste y doloroso pasado,
particularmente, en España.(...)
“En la
segunda mitad del siglo XVIII, tanto por el crecimiento demográfico, como por
el problema de salubridad pública, por Real Cedula el 3 de abril de 1787, las
autoridades españolas comenzaron a ordenar construcción de cementerios para
enterar a los difuntos. Por la Real Cedula del 15 de mayo de 1804, se insistía
en la necesidad de establecer los cementerios fuera de los poblados, (...)
porque los malos olores dentro de los templos eran insoportables y muchos
feligreses caían desmayados (...) el carácter infeccioso de los cuerpos
enterrados y en descomposición dentro de
las iglesias y los peligros que ello representaba para la salud de la población”
Es evidente la vigencia del Sacramental de
Exequias Colonial, por lo tanto, el Cementerio Municipal, está asentado en el
Suroeste de la Ciudad de Villa de Cura del Municipio Ezequiel Zamora Correa,
parte sur de la zona norte del Estado Aragua, el mismo delimita por el Norte
con la Calle Comercio, por el Oeste con la Avenida La Florida, por el Sur con la
Sub Estación Eléctrica de Corpoelect, dentro del “Sector San José I” y el “Sector
Las Tablitas” abarcando una extensión de cuatro hectáreas, es decir, cuatro mil
metros cuadrados, dividido en diez cuarteles para albergar a 25.000 difuntos aproximadamente según las
medidas requeridas especificadas por las normas.
Al ingresar
al mismo, se tiene acceso a una Capilla a la derecha de la entrada y frente a
esta la oficina de administración del cementerio, en cuanto a la presencia de
tumbas con inscripciones de 1886, penúltima década del siglo XVIII, permite
establecen el inicio del servicio de utilización de sus espacios para el
enterramiento de restos mortales, correspondiendo con la construcción de la
actual sede de la Alcaldía del mencionado Municipio, durante la gestión de
gobierno de Joaquín Crespo, cinco años antes que la ciudad fuese capital del Estado
Guzmán Blanco,
“El más
alto rango lo adquiere Villa de Cura en el año 1881 cuando pasa a ser la
capital del gran Estado Guzmán Blanco, integrado por lo que es hoy el estado
Aragua, Guárico, Estado Bolívar (hoy estado Miranda) y como apéndice insular el
Estado Nueva Esparta. Toda una entidad política con una población de 484.509
habitantes, la más numerosa de aquel momento histórico. Luego esta jurisdicción
pasa a llamarse estado Miranda, en 1889, de esa fecha data la estatua de bronce
del Precursor de la Independencia Francisco de Miranda ubicada en la plaza del
mismo nombre.”
Cabe considerar, que a través de entrevista
con Eduardo Maure Mujica, relata que los alrededores del actual Cementerio era zona
verde, donde predominaba plantas de Tunas rojas y verdes, diversos arboles como
El Cují que proporcionaban leña para vender en las casas, como por ejemplo, en
la “Pensión de Juanita las Tres
Lunares”, asimismo señala, que años más tardes fue uno de los fundadores del
Sector San José I, describe la zona aledaña, trasmuro al mencionado “Campo
Santo”, donde actualmente están fundados los Barrios “El Ripial” y “Apolo”, fueron
utilizados una parte, para el enterramiento de la población infantil víctima de
la enfermedad epidémica que su madre en su relatos denomina “El Vomito Negro”
debido a que, al expulsarlo indicaba la muerte inevitable.
Por lo
antes expuesto, el sector era identificado por los transeúntes con el apelativo
de “los Muerticos” quienes al pasar en horas de la noche podían apreciar
innumerables velas encendidas por los familiares de los sepultados en las
respectivas tumbas, otra parte del sector, estaba destinado como basurero por
ser periferia de la ciudad no habitada, dos décadas posteriores, en año de 1950,
se restringe la utilidad de depósito de desperdicios debido al progresivo
establecimientos de ranchos, una década después durante la gestión presidencial
de Rómulo Betancourt, se establece el “Caserío las Aguaitas” hoy “Sector las
Tablitas”
Retomando la expresión de Velásquez, P.
(2009) de “Diferenciación social como configuración de la organización
socio-territorial” definiendo:
“...son el
producto y se configuran a partir de rituales, prácticas, normatividades
administrativas y discursos, que generan y son generados por las diferentes
identidades culturales, políticas, religiosas y económicas que convergen en el cementerio
(...) nos referimos a lo que hacen las sociedades, los grupos y los dolientes
con ellos –los muertos–, que permiten que el cementerio pueda ser leído a partir
de la idea de caleidoscopio, anteriormente desarrollada”
Evidenciado al entrar al cementerio, de
inmediato se muestran imágenes de la multiplicidad de usos y prácticas que
describe la cotidianidad de actividades, constituyendo la diferenciación social
según intereses, nivel económico, afinidades, preferencias, devociones y
emociones, que dejan indicios o vestigios en la arquitectura, estética y
lugares de mayor frecuencia, entre ellas, se observan dos niños en compañía de
su madre lavan una estructura de mármol, dos trabajadores sepultureros preparan
una mezcla de concreto, una pareja lleva flores a una tumba y dos jóvenes
conversan bajo la sombra de un Samán.
Asimismo, Velásquez (2009) plantea que el
aspecto vital del cementerio se sustenta de las denominaciones, prácticas y
discursos de múltiples usuarios, visitantes y trabajadores del mismo, a través
de epitafios, ornamentaciones, estéticas, emotividades, arquitecturas, de modo
que, se observa en las tumbas: un nombre, un apellido, la fecha de nacimiento y
la fecha de defunción, además, los nombres se repiten entre las mismas
familias, lo que permite recordar, evocar a “el Pueblo de Macondo” de “Cien
años de soledad” del escritor Premio Nobel de Literatura, Gabriel García
Márquez, manifestándose como una constante en Latinoamérica: “que los padres le
colocan los nombres a los hijos”, no obstante, al final todo se resume a una breve
identificación y dos fechas, suscitándose una interrogante ¿Qué verbo conjugará
ese nombre, sobre la lápida, de regreso por un instante a este mundo del lector
andante?
En función de lo planteado, entre la maleza
que sumerge la mayoría de las tumbas se encuentra escasos epitafios, algunos
poéticos, que dan fe del amor construido en vida con quienes le sobreviven, como el que se
deja leer sobre la lápida de Luis Enrique Fernández Morgado fecha de
nacimiento 17/08/59 fecha de defunción
26/07/94 “Es un sacrilegio prohibir la ciencia Pedir a la ciencia es ofrecer
actos de adoración a Dios Enseñarla es hacer caridad La ciencia es la vida de
Enrique La columna de la feOh Dios! Rdo. de sus padres y hermanos”
Otro de los
epitafios que se encuentra sobre otra lápida: Altagracia Gutiérrez de Delgado Murió
el día 22 de marzo del año 1897 “Su esposo Serapio Delgado e Hijos le dedican este
recuerdo en testimonio de amor y gratitud”
Epitafio de
amistad a un General: Nació en Ortiz el día 2 de abril de 1849 Murió de 2 de febrero
de 1895 “Al distinguido compañero General Francisco Núñez consagra este
recuerdo a la amistad IA”
Epitafio de
agradecimiento al fallecido: “Manuel F. Tosta *1881 - 1930 Gracias por el favor concedido Al Dr Leopoldo
Tosta LM”
Epitafio al
fallecido: “Francisco Celis *23/12/1986 – 22/11/2003 Rdo. De su madre y hermanas Mi niño tu
juventud y tu pureza Ocupan un lugar muy especial En todos nuestro corazones”
Epitafio
Presente del Ánima Desconocida: “Anima Desconocida 22-2-71 Traído por la PTJ” Dentro de la pequeña capillla estan
varias placas con epitafios una sobre otras.
NOTA: La
comunidad le ha realizado peticiones de diferentes aspectos (salud, laboral, adquisición
de vivienda, de libertad, entre otros). Por lo tanto, le retribuyen ofrendas de
epitafios, flores, prendas de valor. Sin embargo, ha sido despojada por la
delincuencia
Epitafio
escrito sobre el concreto, ausente de mármol o cerámica: “Genaro Castillo 28-12-61
04-09-23 Cristo Viene”
Asimismo,
el epitafio del amor en sufrimiento, de la madre de un poeta: “Omar Francisco
Gutiérrez Peña fecha de nacimiento 02/07/68 fecha de defunción 01/12/91 “Solo
venimos a dormir Solo venimos a soñar Es una flor nuestro cuerpo Da flores y se
seca Recuerdo de su madre Ivón” Cristo Viene”
También,
con particular originalidad: A pesar de no ser un epitafio, una piedra de
significativa dimensión en posición de lapida sobre una sepultura con la
inscripción: Carlos Greca Fecha de
defunción 13/10/1952 y en compañía de
una foto de forma oval.
Está en especial, incorporada al
imaginario Villacurano, cuando al referirse a una persona nada grata o no agrada
a alguien se expresa “eres más pesado que la piedra que mato al musiú”. En referencia
al relato local (oral) sobre la muerte de Carlos Greca, de procedencia
extranjera, que siendo trabajador, de la Cantera “La Calidrat” aun presente en
la ciudad, en consecuencia de una explosión a cielo abierto de un barreno
(hueco cilíndrico practicado en la roca para alojar explosivo) de pólvora, fue
alcanzado por un gran fragmentos de la estructura de piedra, causándole la
muerte.
Otra particularidad,
que expresa ternura:
Una tumba, con solo el concreto de cerrado de
la misma, no obstante, con epitafios de sobre este a mano alzada de “bendiciones”,
y una pequeña imagen de un niño acostado sobre una almohada durmiendo y sobre
su costado un perro, puesta a la sobra de dos globos blanco con corazones
rojos, al lado de un libro abierto de recuerdo de nacimiento.
Cabe enfatizar por otra parte, el relato de
un visitante, que mantiene similitud al poema de Ollie McGee, que parece extraído de la crónica poetizada en los
epitafios autobiográficos de referencias cruzadas, que narra la vida colectiva
de los habitantes de la ciudad imaginaria de “Spoon River” de Edgar Lee Masters.
Es conveniente acotar, que en una sección
de un cuartel se aprecia el cambio de los materiales de construcción de los
monumentos, por ejemplo algunos construidos en ladrillos, posiblemente
producidos por los artesanos alfareros de la ciudad, se genera la interrogante ¿Cómo
era la connotación histórica del ritual de fabricar los monumentos? Esta fuente contiene el testimonio histórico,
sobre que pensaban los familiares, como vivían, revelan las circunstancias en que
coexistió esa persona, su vinculación social, el contexto histórico y la
connotación histórica del tiempo que vivió.
También, algunas tumbas muestran vandalismo,
en la ausencia de las respectivas identificaciones, posiblemente por lo
comercial del material en que fueron elaboradas (aluminio, bronce, entre
otros.), asimismo, Ramírez trabajador del cementerio refirió algunos saqueos de
tumbas, para utilizar los restos en rituales esotéricos, transeúntes comentan
que al visitar a su familiar difunto, tiempo después de la progresiva
normalización de la pandemia de Covid19 se encontró con desagradable sorpresa
de un nuevo enterramiento dentro de respectiva tumba, obteniendo del
Administrador (Selador) del cementerio explicación de haber sido utilizada en
la Activación de Protocolo de Seguridad por muerte Covid19.
Del mismo modo, está presente la relación
de un cuartel con el siguiente, un cambio de periodo histórico temporal,
a través del diseño de las estructuras, algunos cuarteles en franco
deterioro, otros en un proceso de relativa conservación de la arquitectura, las
brisa fresca de una mañana calurosa improvisa un viaje en retrospectiva de la
vida significativa del cumulo de nombres presentes y ausentes en las lapidas y
monumentos fúnebres.
A modo de conclusión, es posible decir que
los cementerios son lugares que albergan, reúnen y reconcilian, asimismo, son la
representación simbólica de las interrelaciones de individuos y de comunidades
en torno a la forma como son aprendidos y reestructurados por ellos, como un
lugar heterotópico – topofóbico - topofílicos, es estratégico para el
desarrollo socioterritorial.
Resulta necesario reconocer la utilidad
del estudio sobre los cementerios en: la descripción de una sociedad específica
definiendo patrones sociales, asimismo, en la investigación de lugares que se construyen
a partir de sentidos de pertenencia basados en el dolor y la tristeza, en la
comprensión de las relaciones que se suceden en dicho espacio, ordenamiento, la
planificación y gestión del territorio, tanto desde las lógicas y sentidos
internos, como desde su relación con otros entornos urbanos.
Referencias
Bibliográficas
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Muerto. Revista Chilena Tomo IV. Santiago.
Cabello, H
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Martínez (2019) Contar historia a través del cementerio: El comerciante Tomas
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Cura (2021) Obtenido de «https:// es.wikipedia.org/ w/index.php?title= Villa_de_Cura&oldid
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*Ensayo escrito para la materia "Historia de lo cotidiano" de la maestría en Historia de Venezuela de la Universidad Rómulo Gallegos.